Piedra - Chapter 66 - Alchemists - Harry Potter (2024)

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CRAZY NOISY DISCO NIGHT

(25 de diciembre de 2002)

ALICE

Parecía increíble, pero sí, podían comer más. De hecho, QUEDABA COMIDA EN EL MUNDO y cocinas donde cocinarla para seguir alimentando tan profusamente a tanta gente. Solo esperaba que no tuvieran que cenar, y eso que ya hacía dos horas que habían comido, pero el estómago de Alice parecía estar pidiendo unas largas vacaciones. No obstante, estaba siendo un día delicioso. Lleno de ilusión, de compartir regalos, recuerdos, anécdotas, conversaciones interesantes, emociones… Miró a Marcus y tomó su mano, dejando un beso sobre ella. — Respecto a lo que me has preguntado antes: no, nadie puede imaginarse unos días tan perfectos y significativos. — Perdió la mirada y suspiró. — Hay más en el cielo y la tierra que lo tu filosofía pueda imaginar… — Miró a Marcus y sonrió un poco tristemente. — Es de Shakespeare. Y a mi padre le encanta esa frase… —

Empezaba la cosa a ponerse emocionalmente intensa, cuando los gritos interrumpieron su reflexión. — ¡Primo Lex! Enséñanos cómo funciona la Sinsonte. — ¡Sí! ¡Andrew y yo podemos ensayar pases contigo, como si fuera un partido, y Allison haría de guardiana. — Intervino Frankie. — Oye, Junior, que acabo de tener un bebé, no estoy justo yo para parar tantos de un cazador profesional… — Se quejó la chica. — ¡Yo haría de guardiana! Por tal de ver volar a la Sinsonte. — Añadía feliz Nancy. — Anda esta… Que se cree que puede pararle tantos a nuestro primo profesional… — Le picó Andrew. — Pero yo lo veo. Podemos ir detrás. — ¡SÍ! ¡PRIMO LEX, DI QUE SÍ! — Empezaron a chillar los gemelos. Lex, que de repente se veía imbuido por las masas, se levantó, con una cara de chulito que no le había visto en la vida, y dijo. — Venga… ¿queréis verla, entonces? — ¡SÍÍÍ! — A ver, hijo, que no es un juguete, eh… — Intentaba calmar Arnold. Y entonces llamaron al timbre y el incesante ruido de la sala se calmó. — ¡Es Flanagan! — Susurró Saoirse apartándose de la ventana de golpe. — ¡Vaya! Ya pensé que nos habíamos librado de ese… — Calla, Cletus. — Acortó Amelia. — Ya voy yo, anda… — Aseguró la mujer, levantándose. Alice miró a los que la rodeaban, confusa. — ¿Quién es Flanagan? — El cura… — Dijo Andrew en un suspiro. — Yo le echo de aquí, eh… — Amenazó Siobhán. — ¿Cómo que cura? ¿Un sacerdote cristiano? — Católico, para más señas. — Dijo Niamh con una risita. — ¿Y LO sabe? — Preguntó Alice haciendo hincapié. — No. — Recibió como respuesta de varios, entre le enfado y el apunto de echarse a reír.

— ¡Pero padre Flanagan! ¡Qué grata sorpresa! — ¡Mi querida señora O’Donnell, felices pascuas! — ¡Felices pascuas, padre! Ya creíamos que este año no venía. — Hay muchos pueblos de Galway a los que llevar la fe, señora, pero yo no podía marcharme sin pasar por Ballyknow. ¡Buenas tardes, familia, y felices pascuas! — Era un hombre de unos cincuenta años, pero de aspecto jovial, con sus gafitas y esa ropa negra que llevaban los sacerdotes católicos. — ¡Vaya, pero si veo caras nuevas por aquí! — Sí, padre. Son el hermano de mi marido y su familia, los O’Donnell de Inglaterra. — Los mencionados saludaron, confusos. — Y aquel es Francis Lacey, que es de aquí, pero emigró a Estados Unidos, y han vuelto para la Navidad. — Jejejeje Inglaterra y América, entonces igual compartimos árbol cristiano, pero no ramilla ¿eh? — ¿Era eso un chiste? Lo peor es que los americanos se rieron, pero a ellos les estaba pillando el erumpent de una manera espectacular. — ¡Uy! ¡Andrew, Allison! ¡Si no había visto yo a este pequeñín! ¿Cuándo le vamos a bautizar? — Dijo el hombre cambiando de tercio. — ¡Qué va, padre! Si ya hace tres meses lo bautizamos en mi pueblo. — Dijo Allison rápidamente. ¿BAUTIZAR? ¿Andrew y Allison a su hijo? El cura ladeó varias veces la cabeza. — Qué manía tenéis en esta familia con bautizarme a los niños por ahí siempre. — Uy, es que somos muy viajeros, padre. Mire mi hermano y Frankie sin ir más lejos. — Aportó Cletus. — ¡Ya lo veo! Pues mira, venía a dar mi sermón de Navidad, por si puedes avisar al resto de familias. ¿Seguís sin teléfono? — ¡Yo tengo uno, padre! — Dijo Sandy feliz, levantando su móvil. — ¡Ay, qué mona es! ¿Verdad? Sandy, de Nueva York, es la nieta de Frankie, ya sabe, vienen de la gran ciudad y no conciben que aquí nadie tenga teléfono. — Flanagan miró a Amelia. — La verdad, señora O’Donnell, que yo no soy de la gran ciudad y aún me sorprendo de la cantidad de pueblos en esta zona que no tienen teléfono. Aunque con la cantidad de búhos y lechuzas que hay por aquí, podrían usarlos para mandar mensajes más rápido. — La forzadísima carcajada que Eddie empezó, sobresaltó hasta a su propio nieto, que le miró delatoramente con el ceño fruncido. Alice se giró a hacia Nora, que también se reía nerviosamente y susurró. — O sea, que no lo sabe… — Qué va a saber… — Contestó Siobhán por su madre con muy mala cara.

— Bueno, pues me voy a esperar allí en el centro comunitario ¿no? Porque ya me imagino que la iglesia sigue cerrada. A ver si nos ponemos con eso. — Ya sabe que la gente es muy agarrada para donar el dinero que hace falta para las múltiples reparaciones. — Dijo Amelia con una muy fingida indignación. — ¿Hay iglesia en Ballyknow? — Preguntó Lex, bajito, pero el tal Flanagan le escuchó. — Pues de hecho sí, joven, pero veo que, como a mí, no se la han enseñado. — Su cuñado se quedó parpadeando y dijo. — Yo es que soy un poco bruto. Deportista, ya sabe. A mí no me enseñan nada. — ¡Oh! ¿Y qué deporte practicas? — Ya iban a intervenir Amelia, Molly, Shannon y sobre todo Emma, cuando Lex, muy tranquilo dijo. — Rugby. ¿Le gusta? — Todos parpadearon. ¿Qué demonios sería el rugby? — ¡Ah! Yo fui boxeador de joven, pero el rugby es un muy noble deporte que también me encanta. Seguiré sus pasos, joven. — ¡Uy! ¿Nos pegamos un poco antes del sermón, padre? — Dijo Andrew con sorna, provocando una carcajada de Frankie. Aun así, se llevó una colleja de Eillish, que le dijo entre dientes. — Ya vale con el pitorreo, que al final la liamos. — Bueno, les espero allí, voy llamando a las puertas que hagan falta. —

Y ante la estupefacción de los ingleses, tanto irlandeses como americanos empezaron a levantarse y ponerse los abrigos. — Espera, espera… ¿Vamos a ir a un sermón de verdad? — Preguntó Alice. — Eso mismo digo yo todos los años. — Dijo Siobhán con retintín. — Tómatelo como un acontecimiento antropológico, Alice. — Le instó Nancy, mientras ayudaba a abrigar a los gemelos. — Aquí en Irlanda es un mal necesario para mantener el secreto mágico. Quedaría muy raro que no hubiera NINGUNA familia católica en un pueblo. — Alice parpadeó. — Pero… ninguno sois creyentes ¿no? — ¡NAH! — Se oyó generalizadamente. — Si es solo por el secreto… — Alice miró a su familia, parpadeando incrédula. Solo alguien se estaba riendo. — ¡Uy! Yo voy a ir confesarme y veréis cómo espabilo al cardenal gafitas… — ¡TATA! — Alice suspiró. — Veeeeeenga, venga, que no es para tanto. Y luego seguimos EL FIESTÓN EN EL PUB. — Anunció Ginny. — No me creo que tú también pases por ese aro. — Ay, es que me rio mucho con las misas. — Admitió la pelirroja. — Si tienes miedo de aburrirte ponte con Wendy y conmigo, verás las risas. — ¿Me podré llevar a Ginger? Ahora parece un gatito… — Nada. Que se iban a misa.

MARCUS

Y pensar que cualquier otro año, a esa hora, estaría en casa de su abuela Anastasia, con ese silencio tenso rebotando por cada mármol de la mansión, sintiendo la tensión de Lex y sus padres y escondiéndose de Percival. Llevaban todo el día riendo, enseñándose unos a otros los regalos, yendo de una casa a otra y, sobre todo, comiendo sin parar. Estaba siendo un día precioso y, por lo visto, en su familia era tradición que los más jóvenes salieran de fiesta el veinticinco por la noche, por lo que aquella jornada estaba aún muy lejos de finalizar. Rebosaba de felicidad tanto que empezaba a tener la sensación de estar incluso más gordo... Probablemente, las ingentes cantidades de comida estuvieran ayudando a la felicidad a tales efectos.

Ya iba a arrastrar a todos los niños a donde quiera que fuera que su hermano pretendiera probar la escoba nueva, como si llevara una guardería ambulante, cuando llamaron a la puerta. Él no se dio ni medio por sorprendido, pero en el ambiente se originó un silencio sospechoso. Frunció el ceño extrañado, aunque sin diluir la cómica sonrisa. ¿Ahora os vais a extrañar de que llamen a la puerta? Aquí no deja de entrar y salir gente del pueblo que no conocemos de nada, pensó divertido, pero la alarma con la que dedujeron de quién se trataba le hizo sospechar que sería una visita non grata. Simplemente lo interpretó como que sería alguien del pueblo que no les agradaba por los motivos que fuese... No se vio venir lo que estaba a punto de vivir.

Alice se lo tomó en serio antes que él, que ante la revelación de que se trataba del cura soltó una carcajada, dando perfectamente por hecho que se trataba de una broma. — Espera. — Detuvo la conversación antes de que abrieran la puerta, con los residuos de la sonrisa aún en el rostro. — Es broma ¿no? — Ya no quedaba residuo alguno. La expresión divertida había desaparecido por completo para dar lugar al miedo, que le hizo mirar a cada uno de los presentes con los ojos desencajados, y presenciar como a cámara lenta el momento de la puerta abriéndose y cómo un cura, con todo el estereotipo de cura muggle cristiano que tenía en su cabeza, se les metía en una casa en la que, entre otras muchísimas cosas, había una escoba de competición expuesta y rodeada de niños. Tapa eso, TÁPALO, le gritó mentalmente a Lex, echándose tanto él como su hermano nada más captar el mensaje prácticamente en plancha encima de la escoba, y en el caso de Marcus, reptar ridículamente por el suelo para hacerle hueco debajo del sofá del salón mientras Lex la empujaba con mucha menos habilidad de la que tenía de normal. Menos mal que semejante cuadro ridículo solo fue visto por Lucius, que les miraba como si se hubieran dado un golpe en la cabeza. — Se te va a ensuc... — Ahí no hay nada. — Dijeron en un susurro urgente los dos casi a la vez. El niño empezaba a asustarse más de ellos que del cura.

Asistió atónito a la conversación con el cura como si nada, como si no acabaran de meter en casa a los que en su día quemaron a sus antepasados (e incluso a muggles aleatorios) por brujería. No ocurre desde hace años, no ocurre desde hace años... Empezó a repetirse Marcus en su cabeza, al menos hasta que Lex le propinó tal codazo que casi lo tira al suelo. Vale, no quemaban a gente, ¿pero no les contaron una vez William y su padre que un amigo común había acabado ingresado en un sanatorio mental muggle por irse de la lengua donde no debía? A ver, le sacaron en apenas un par de días, y los obliviadores hicieron su trabajo y eso... Con los muggles, porque al pobre hombre, la experiencia no se la iba a borrar nadie. Estaba en pánico. Jamás pensó que diría algo semejante, pero en esos momentos, preferiría estar en casa de su abuela Anastasia.

Ah, encima les presentó. El hombre parecía bonachón (sí, hasta que se entere de que haces alquimia y empiece a hablarte de herejía), así que saludó con un gesto de la mano y considerablemente más tenso y menos cortés de lo que era él habitualmente. Pareció hacer algo así como una broma a los americanos que a él le dejó absolutamente desubicado. — Luego te lo explico. — Susurró Sophia, apareciendo a su lado de repente. La miró sorprendido, y ella a él con reproche. — ¡Y quita esa cara! Que no te va a matar. — Ya. La historia está llena de curas que no han matado a magos. — No seas bobo, Marcus, que estamos en el siglo XXI. — Ya, pues... — Otro fuerte codazo de Lex. Ahora fue él quien le miró mal. — ¡Deja de hacer eso! Me vas a partir una costilla. — Pues tú deja de... — Un fuerte carraspeo de su madre cortó los susurritos en el acto. Ni la miraron, ya notaban su mirada gélida encima y con eso era suficiente. Mirar a un basilisco a los ojos nunca fue una buena idea.

Atendió de nuevo a lo justo para ver al cura haciéndole carantoñas a Brando, lo que le puso más tenso todavía. Si se había lanzado en plancha sobre la escoba, se llega a acercar un cura a un bebé suyo y no responde de sí. Pero Andrew y Allison estaban (como siempre) negligentemente tranquilos. Eso sí, la cara que se le quedó a Alice cuando escuchó la palabra "bautizar" debió ser muy parecida a la que se le quedó a él. De verdad que no sabía ya a quién mirar, de hito en hito, pero los únicos en pánico parecían ser ellos. Los americanos estaban acostumbrados a los muggles y, por algún motivo, un cura no les perturbaba; los irlandeses parecían conocer al hombre de sobra; Violet no se espantaba por nada, y Erin, por contra, se espantaba por todo; en cuanto a su madre, no pensaba mostrar ni media emoción delante de un desconocido, y su padre parecía recordar su pasado irlandés en esos momentos porque, aunque ligeramente tenso, también estaba actuando con bastante normalidad. Lo dicho: solo estaban en pánico Alice, Lex y él.

Eso sí, el comentario sobre los búhos le hizo frotarse la cara con una mano con los nervios carcomiéndole por dentro, y ahí a más de uno casi se le cae la compostura también. Buscó a Elio con la mirada, y cuando lo localizó, alzó los brazos y los dejó caer con frustración y los labios apretados en una mueca circunstancial. Ya estaba otra vez aprovechando su despiste para comer chucherías. Pero no era el momento de llamarle la atención, al menos estaba en la parte superior de las escaleras y, desde ahí, el cura no podía verle.

Después de tanto codazo, al final Lex acabó hablando y el cura escuchándole. Ahora fue su hermano el que se llevó su mala cara. Se ahorró hacer el mismo gesto de cara y brazos que acababa de hacer con Elio cuando dijo que era deportista. Sí, enséñale la Sinsonte, que le va a encantar, le lanzó mentalmente, pero su hermano le ignoró con conveniencia. En su lugar, dio una respuesta que le hizo arquear una ceja primero, y rodar los ojos después. Le daremos las gracias a tu novio muggle de que a ti te quemen el último. — Lo dicho, soy bruto y fuerte. — Apuntilló Lex. — Tanto que podría partir costillas. — Y eso lo dijo mirándole a él, a lo que Marcus respondió con una mueca infantil de recochineo. Menos mal que siempre se podía contar con Andrew para desviar la conversación, y poco después, el cura se fue y Marcus pudo respirar tranquilo.

Por poco tiempo, porque, al parecer, todos iban con él. — Es broma ¿no? — Repitió, porque aún conservaba la esperanza de que aquello fuera todo un numerito digno de Rowan el Verde. Nadie llegó a contestarle porque un malhumorado Lex se le parapetó delante. — ¿Tú eres tonto o qué? — De nada por intentar protegernos. — ¿¿Protegernos?? ¿A poner cara de culpable total le llamas tú proteger? — ¿Por qué no te pones tu nuevo jersey del Tottenham para la misa, jugador de rugby? — El Tottenham es un equipo de fútbol, imbécil. — Abrió la boca para contestar, pero profirió un grito de dolor en su lugar, y Lex otro. Ahora sí, miraron a su madre, varita en mano, con cara de terror. — No os va a tener que quemar el cura si os quemo yo primero. — Amenazó. — Espero no tener que pedir que se comporten a mis dos hijos mayores de edad cuando no tenía que decírselo con cinco años. — Tragó saliva, y los dos se guardaron mucho de dar ni media contestación más.

Optó por retirarse de Lex y arrimarse a Alice, al tiempo para observar atónito a Nancy decir que se lo tomaran poco menos que como una anécdota. — Ah, sí, por supuesto. — Respondió. — Oye, antropóloga, ¿has llegado al capítulo de la historia de la antropología en la que los muggles acusaban de brujería a cualquier mujer que encontraban mirando piedras aleatorias por los bosques? Te va a encantar. — Para su irritación, la respuesta de Nancy fue soltar una risita, apareciendo Frankie a su lado para decir. — Bueno, en ese caso, entre el primo Lex con la sinsonte y yo con mi labia con los muggles, te rescatamos. — Y más se rio Nancy, y la cara de Marcus era un cuadro. Se giró de nuevo a Alice, pero se llevó un buen susto por el grito que le lanzó a Violet, quien por supuesto ya estaba haciendo de las suyas. Soltó un resuello y se agarró a ella. — Esto es un callejón sin salida. Si van todos menos nosotros, va a ser rarísimo, pero no quiero ir. — La miró con terror. — ¿¿De verdad vamos a entrar en una iglesia que no es de los Illuminati a escuchar una misa?? — Se frotó la cara. — Nos estamos metiendo en la boca del lobo... — ¡¡FITZGERALD!! ¡¡AQUÍ!! — Oyeron bramar a Andrew, que saludaba fuertemente con el brazo. Marcus abrió los ojos con espanto viendo cómo el chico se acercaba a un muchacho de unos veinte años con una cruz en el cuello. Siobhán suspiró fuertemente. — El otro... — ¿¿Otro cura?? — La voz de Marcus había salido aguda solo del miedo. La chica rodó los ojos. — Peor. Un topo. Y de los insoportables. ¡GRACIAS POR EL AVISO! — Chilló en dirección al chico, y este le lanzó un beso en la distancia, mientras charlaba animadamente con Andrew. — Es un metamorfomago. Vamos, que es un mago, pero le encanta el rollito de hacerse pasar por monaguillo, y como le cambia el aspecto... — ¿Monaguillo? — Un tipo que se tira toda la vida de becario de un cura. En fin, que lleva desde niño yendo y viniendo de la iglesia. Para la familia es "quien nos filtra la información potencialmente peligrosa", y generalmente el que avisa de que viene el cura, pero hoy debía estar demasiado ocupado molestando a otros. — Marcus seguía con la sensación de no estar pudiendo respirar, y volvió a mirar a Alice para decir. — No estoy entendiendo nada. —

ALICE

Sí, claro, Marcus estaba al borde de ponerse a lanzar hechizos aturdidores. Lo de las catacumbas de Roma lo dejó traumatizado. Pero allí nadie lo planteaba como un problema, así que claramente eran ellos los que no terminaban de entender cómo funcionaba aquello. Cuando Marcus le hizo notar a Nancy el pasado de la Iglesia, ella se giró y le miró con una relajada sonrisa. — Sé que como buen Ravenclaw aceptarás un buen dato contrastado: querido primo, la Iglesia no perseguía a los magos. Los muggles lo hacían. Perseguir al diferente que tiene más poder que tú no es una cosa que haga solo la Iglesia cristiana, y si no mira el resto del mundo y cómo todo el mundo guarda el secreto mágico. La Iglesia solo fue su instrumento, y no uno tan efectivo como les gusta a ambas partes recalcar, los unos por triunfalismo y los otros por victimismo, ambos exacerbados. — La chica se agarró del brazo de Marcus y se apoyó en su hombro. — Y míralos ahora. Mendigando atención de pueblos minúsculos, las cifras de bautismos y sacramentos bajan en picado a cada año que pasa… — Les miró a ambos. — Las creencias vienen y van… Nuestro poder es nuestro, y no nos lo pueden quitar. —

Empezaba a convencerse de que no sería para tanto cuando apareció OTRO cura. Y ese encima era metamorfomago. Parpadeó confusa. El chico no debía ser mucho más mayor que ellos y tenía pinta de… No sabía cómo decirlo sin decir “pringado”. — Estás pensando: ¿ser metamorfomago para esto? Pues piensas bien. — Dijo Ginny haciendo una pedorreta. — Y aguántate que viene a por… — ¡Hola, Nancy! Feliz Navidad. — Dijo el chico en cuanto pudieron oírle. Nancy suspiró. — Fitzgerald… — ¡Qué pasa, tío! Te has dormido este año. — El chico abrió mucho los ojos. — ¿Se ha pispado de algo? — Ya sabes que no, mi abuela sabe manejar a los curas mejor que nadie. — ¿Qué tal la celebración, Nancy? — Andrew levantó un brazo y puso cara de incredulidad, que fue muy graciosamente copiada por su hijo por imitación. — Increíble. — Alice se miró con Marcus, confusa, pero justo el cura reclamó al pseudocura jovencito y volvió a irse, ante las risas de Ginny y Wendy. — ¿Me lo cuentas? — Frankie trató de hacerse el loco pero estaba más recto y serio de lo que nunca lo había visto. — No hay nada que contar, mi familia es tonta… — El pobre lleva toda la vida colgado de ella. No se puede ser más perdedor. — Nancy cogió a Brando de los brazos de Andrew y le tiró un hechizo de empujón que lo mandó varios metros atrás. — ¡NANCY! ¡MAMÁ! — Nora se giró con gesto cansado. — Ay, hijo, por favor, no molestes tanto, que este año no tengamos que llamar a los obliviadores… Y eso va también por vosotras, chicas. Ginny, Wendy, Siobhán… — ¡Hala! Toda la vida igual… Mis hermanos la lían y se la lleva la pelirroja. — ¡QUE YO NO HE DICHO NADA! — Se ofendió Siobhán. Claramente, todas las familias grandes acababan así en algún punto, y eso la hizo reír, imaginándose a Marcus y Lex llegando a ciertas edades pero siendo así tal cual. Miró a su novio y dijo. — No tengo palabras para contar lo que estoy viviendo. Verás cuando lleguemos a Saint-Tropez y lo contemos en casa Gallia. — Entonces sintió cómo Shannon la agarraba de los hombros y les hacía cosquillas. — Aaaaay mis magos inglesitos, sois tan graciosos y dogmáticos… — Tú también estás sorprendentemente tranquila. — Ay, Alice… Hay tantos enfermos que necesitan de la religión… Ya te acostumbrarás. ¡No hacen daño! — Y se alejó alegre con sus niñas. Nada, claramente estaban malentendiéndolo todo.

Se acercaron a la sala comunitaria, de la que alguien (el pringado probablemente) había tenido la delicadeza de desactivar los hechizos, y vio por allí a más familias del pueblo, considerablemente más populosas que días atrás. — ¿Da aquí el sermón? — Preguntó en bajito a Nancy. — Ya te digo, como que la iglesia es el laboratorio de pociones del pueblo… — ¡AH! ¡Entonces ya sé cuál es! — Sí, tiene un hechizo ilusorio de una cruz en el pico de la portada solo para los muggles, para disimular. Pero es un coñazo cambiarlo todo solo para que este dé el sermón, así que le decimos que es que tiene goteras y no hay dinero para arreglarla y que está cerrada. — Todo aquello sí que era ilusorio. El cura se subió al mismo escenario donde días antes Marcus había hecho de Rowan el Verde y se puso a hablar.

El discurso sorprendió a Alice porque sonaba… ¿Hufflepuff? Desde luego nada que se pareciera a lo que ella esperaba de la malvada Iglesia. Algunos hacían gestos según lo que decía el cura, pero los que mejor se lo sabían eran Niamh y los niños, así que tuvo que preguntar. — Tu cuñada y tus sobrinos están muy puestos en esto. — La madre de Niamh es muggle y muy creyente. Cuando están con ella van a misa. La mujer considera nuestros poderes un don del Señor. — Sí, hombre, yo siete años para sacarme la licencia para que sea cosa de Dios… pensó refunfuñada. Y de repente, el mago le dio una copa al cura y empezó a sacar como galletas… y algunos se fueron a comerlas. — Claro, no podría ser irlandés sin haber comida. — Le comentó a Marcus. La cosa es que empezaba a interesarle el asunto.

MARCUS

Puso cara de poquísimo convencimiento ante el discurso de Nancy, mirándola de reojo cuando esta se enganchó a su brazo y se apoyó en su hombro, tieso como un palo. — Una cuchara es un instrumento para comer. No tiene voluntad propia. La gente sí la tiene. Y esta gente "se hicieron los instrumentos" para evadir culpas. No me convence. — Él no se iba a bajar de su burro, ya por cabezonería, porque a Marcus le encantaba la historia y había estudiado muchísima, pero estaba a años luz de saber todo lo que Nancy sabía. En cualquier otro momento, lo más inteligente sería escucharla. Pero un Marcus asustado y receloso no era un Marcus receptivo al aprendizaje, y aún menos al cambio de opinión.

Más tenso se puso cuando el supuesto metamorfomago (al que miró de arriba abajo arrastrando los ojos con toda la sangre Horner que tenía) se acercó a ellos, pero claramente el muchacho no pensaba prestar atención a nadie que no fuera Nancy. Rodó los ojos. — "Nuestro poder es nuestro..." — Masculló con una burlita. Con razón defendía a la Iglesia, si tenía admiradores en ella, se jugaba una mano a que le venían de vicio para sus investigaciones (a ver, si él no le tuviera tanto recelo al contacto con los cristianos muggles, también utilizaría el recurso). Aunque ciertamente no parecía muy cómoda con las muestras de atención del chico, ni Siobhán con su sola presencia, ya que no hacía más que resoplar mirándole de reojo. Negó cuando Andrew explicó lo evidente, pero la cara que se le puso al ver a Nancy lanzando el hechizo fue de pánico absoluto, verificando que los dos curas, el verdadero y el de pega, estuvieran lo suficientemente lejos. — ¿¿Pero qué haces?? — Dijo con un susurro urgente. — ¿¿Por qué no lo gritas?? — Pero su indignación estaba siendo flagrantemente ignorada, lo que solo la hacía aumentar.

— Yo tampoco. — Respondió automáticamente al comentario de Alice, aunque indudablemente con menos alegría que ella. Rodó los ojos al comentario innecesariamente Hufflepuff de Shannon, pero a su última afirmación tuvo que responder. — Los enfermos necesitan de la medicina. Y de la enfermería. No de la religión. — Y soltó un bufido, pero la mujer ya se había marchado. Miró a Alice. — Luego me llaman clasista y esas cosas, ¿pero tú ves esto normal? — Negó. — No es porque sean muggles, ¡es porque son religiosos! ¡Y se han metido en la casa! ¡A hacer preguntas indiscretas! ¡A pedirle explicaciones a Andrew y Allison sobre qué hacen o dejan de hacer con el bebé! — Bufó de nuevo. — Me parece indignante. ¿Por qué lo consienten? Y si no son peligrosos, ¿por qué guardan con tanto celo el secreto mágico, eh? Lo siento, pero no me convencen. — Insistía, negando con la cabeza.

Cuando vio la cantidad de gente que había en la sala comunitaria, se le descolgó la mandíbula. — Esto es demencial. — Suspiró, alucinado, aunque no supo si alguien llegó a escucharle. Miró a Nancy con los ojos como platos. — ¿¿Esa es "la iglesia"?? — Alzó los brazos, sin dar crédito. — ¡Pero ahí están entrando y saliendo m...! — Bajó los brazos y echó aire por la nariz. — Muchas personas todos los días. — Recondujo, aunque con tonito evidente. Un peligro, una negligencia como no había visto otra en su vida, y mira que había visto cosas desde que llegara a Irlanda. Y que luego lo que consideren peligroso sea una búsqueda de reliquias. Y fue pensarlo y notó la mirada ceñuda de Lex encima. Esquivó la mirada. — Ya en serio, Marcus, relájate. A toda la familia de Darren la casó un cura. Un día, paseando por el barrio de Darren, Eli me soltó un discurso longitud Millestone sobre la iglesia que había elegido para cuando se casara y por qué el cura era "guay del Paraguay". — ¿Qué tiene que ver Paraguay ahora en esto? — Que te relajes. — Zanjó Lex, y Marcus se limitó a rodar los ojos por vigésima vez en la última media hora.

Suspiró y se colocó bien cerca de Alice, atendiendo al discurso, revisando todo su alrededor con sutiles movimientos de los ojos. El show que presenció fue para verlo: un discurso al que podría sacarle peros hasta que tuviera la licencia carmesí, gente replicando gestos y hablando a coro como si estuvieran haciendo una invocación de artes oscuras y, para colmo, vino y algo técnicamente comestible en mitad de todo aquello. El comentario de Alice le hizo negar con la cabeza con resignación. — Creía que la Navidad era tu época favorita del año. — Dijo Nancy con una sonrisilla, y después le miró, con esa mirada que pone una Ravenclaw cuando sabe que te va a poner en un callejón sin salida intelectual. — ¿Qué te crees que conmemora la fiesta? — A mí el por qué me da igual. — Se defendió, alzando luego las palmas. — Sé que es una fiesta de origen cristiano. Yo respeto, y acepto, y adapto tradiciones que considero bonitas, y esta lo es. ¿Celebrar con regalos y comida que ha nacido un bebé? Por favor, esa fiesta está hecha para mí. No es el origen de la fiesta lo que me preocupa, es... lo que hacen... sus seguidores. — Miraba al cura de reojo. Nancy suspiró. — Te puedo asegurar que lo más peligroso que puede hacer ese es echarte una chapa larguísima sobre la palabra de Dios. Poco más. — Más peligro tiene aquí don monaguillo. — Se asomó Andrew, bromista, y cuando miraron al chico, este se vio sorprendido mirando a Nancy e hizo como que estaba mirando a otra parte, pero fatal disimulado. La chica suspiró. — De verdad, qué pesado. No tengo yo otra cosa mejor que hacer. — Conocerías a la Iglesia desde dentro, sin duda. — Lanzó Marcus con una sonrisa de villana satisfacción y la barbilla alzada con superioridad. Tendría él que nacer de nuevo para no devolver un tirito.

— Hoy nuestra comunidad tiene el honor de acoger a unos nuevos hermanos. — Continuó el cura, y para su espanto, extendió el brazo y les señaló, con una sonrisa afable. De repente tenían todos los ojos del pueblo encima, y Marcus se sintió empequeñecer ante el señalamiento. Más aún Lex, que parecía haber perdido el doble de su tamaño. — Francis Lacey y su familia, el hijo de Rosaline Lacey que emigró a América, ha vuelto a su tierra por estas fechas tan señaladas. También lo ha hecho Lawrence O'Donnell y los suyos. La familia, la tierra, allá donde nació nuestra fe, siempre tira de nosotros. Siempre será el hogar que nos llama. Acojamos a nuestros hermanos. — Les miraba directamente, sin perder la sonrisa afable y con las manos juntas. — Sepan, hermanos, que siempre tendrán un lugar en nuestra Iglesia, que la casa de Dios es la casa de todos sus hijos. Les invito a formar parte de esta comunidad, a recibir a nuestro señor, alimentar nuestra alma... — Se estaba empezando a marear, pero tenía la sonrisa tensa congelada en el rostro y no quería mover ni una pestaña por miedo a que se le derrumbara todo. ¿Cómo lo hacía su madre para estar TAN tranquila? ¿Cómo podía la hija de Anastasia Horner pasar de estar un veinticinco de diciembre en su mansión familiar a estar en una sala comunitaria de un pueblo de Irlanda escuchando a un cura y tener exactamente la misma rectitud? De verdad que alucinaba con ello.

Y entonces, el cura se calló, pero no dejó de mirarles. ¿Les había hecho una preguntas? Oh, por Merlín, se le había ido la atención. — Muchas gracias, padre. — Habló Arnold. — Mis hijos, mi mujer y yo estamos muy felices de poder estar aquí. Agradecemos la... — Marcus estaba mirando a Arnold como si fuera otro, absolutamente alucinado. ¿¿Pero qué?? ¿¿Desde cuándo su padre hablaba con tanta naturalidad CON UN CURA?? ¿¿Y delante de todo el pueblo?? — ...No nos sentimos dignos de recibir al Señor sin haber recibido primero confesión. — Ahí sí que se le iban a salir los ojos de la cara. ¿¿Confesión?? ¿¿Confesar qué?? No me jodas, papá, para esto no hables. — ...Y por el respeto y aprecio que nos une al Padre Ashton... — ¿¿¿Quién es ese??? Su cerebro estaba ahora mismo más confuso que en toda su vida. — ...Preferimos que sea él quien nos confiese. — Lo comprendo, hijo, lo comprendo... — Pero nos sentimos muy honrados por vuestra acogida. — La casa de Dios es la casa de todos sus hijos. — Repitió el hombre, pero al menos pareció quedarse conforme, porque pasó a otra cosa. Arnold recuperó su asiento y Marcus vio cómo Emma, con esa expresión de orgullo inflado que se le ponía cuando uno de los suyos hacía una demostración de habilidad, le daba la mano y la apretaba sutilmente. Arnold puso toda la expresión chulesca que sabía poner y, mirándole con una caída de ojos, dijo. — Hay que tener habilidad para todo, señor alquimista. —

ALICE

Ciertamente, Marcus estaba extremadamente tenso con todo aquello. Ferguson hizo bien el trabajo de la caza de brujas, desde luego. De hecho, se había perseguido más históricamente a las mujeres, pero… Bueno, solo faltaba que le recordaran a su novio que ella corría más peligro que él, entonces ya sí que arruinaban la Navidad. Ella tampoco había entendido lo de Paraguay pero le tuvo que hacer gracia imaginarse a Lex recibiendo una conferencia sobre por qué casarse en tal o cual iglesia. Y al igual que su novio aún no tenía suficientes tablas con Eli, Nancy no tenía aún un master en Marcus O’Donnell con el radar de peligro activado, así que intentó seguir razonando con él, empezando ya la ceremonia. — Siendo justos, en el pueblo todo el mundo hace lo de meterse en casa ajena y hacer preguntas indiscretas, pero no he entendido lo del bebé, ¿qué se supone que deberían haberle hecho? — Contestó confusa a la intervención de su novio que, como ella imaginaba, no había sido aplacado por Nancy.

Y hablando de experiencia, a ella le faltaba toda con el rito cristiano, porque cuando se vio señalada, se sintió como en las clases del mencionado Ferguson cuando había estado haciendo el tonto con Poppy. Y, como le pasaba en aquellos tiempos, había un O’Donnell que sí sabía de lo que estaban hablando, aunque no el que ella se esperaba. Por un momento se preguntó quién era ese tal Ashton, pero eso fue antes de ver la sutil sonrisa de orgullo y satisfacción de Emma. De hecho, casi se ríe enfrente de todo el mundo, porque Arnold era la última persona a la que se hubiera imaginado hacer un quiebro tan veloz que ni la Sinsonte podría haber hecho.

La que se levantó a comerse la galleta esa, ni corta ni perezosa, fue su tía, que hasta hizo la señal esa que hacían también los que se enteraban del asunto. La miró parpadeando mientras Erin y Martha se tapaban la boca y Cerys entornaba los ojos y cuchicheaba con Siobhán con clara mala idea contra el cura. — Tata, ¿pero tú cómo sabes esas cosas? — No se lo digas que están todavía en la ceremonia… — Aportó Erin, al borde del ataque de risa. — ¡Sí! ¡Cuéntalo! — Susurró Ginny entusiasmada. — Cuando me abras ese pub tuyo, cuento lo que quieras. — Uf, el concurso de talentos familiar. Entre tanta comida y eventos aleatorios que no esperaba, casi se le había olvidado. Se agarró del brazo de Marcus y susurró. — Ya no debe quedar mucho. Concéntrate en la performance que vas a montar con tu hermano, que lo que llevamos Siobhán, Allison y yo es grandioso. Quería meter a Nancy y Sophia, pero ambas me dijeron que ya tenían otros compañeros. Miedo me dan. — Así despejaban un poco la mente y hacían pasar el rato más rápido.

El acto terminó y todo el mundo fue dispersándose, el cura despidiéndose de Cletus y Amelia, cuando Molly y Larry se acercaron a ellos. — Hijo, qué mala cara se te ha puesto. — Los curas en Irlanda son un mal menor, solo son extremadamente pesados. ¿Quién es tan dogmático de creer todo eso sin una sola prueba? — Aseguró Larry con su profunda voz. Molly se rio. — Ay, a mí este me hace mucha gracia. Tan gordito… Cómo se nota que lo acogen en casas irlandesas… — Hola, señora O’Donnell, alquimista O’Donnell. — Ay, Fitzgerald, hijo, tú siempre con esos estropajos negros… — Contestó la abuela a la nueva incursión del falso cura, probablemente refiriéndose a las ropas ceremoniales que vestía. — Alquimista O’Donnell. — Hola, muchacho. Iba a decirte que no has cambiado nada, pero sería un chiste malísimo por mi parte. — Me hubiera gustado acercarme a su casa para saludarles, pero he estado muy liado estos meses. — Y, claramente, para ver si se puede ganar a alguien de la familia de Nancy, pensó Alice. Wendy llegó por allí con Ginny, Andrew y Allison. — Hombre, sigues por aquí. — Saludó la primera. — Estaba saludando a vuestra familia, soy muy fan de vuestro tío, es una leyenda en el pueblo. — Buen intento, esquirol. — Dijo Ginny entornando los ojos. — ¿Vais a seguir de celebración ahora? — ¡Sí! ¡Vamos al pub a hacer el concurso de talentos navideño! — Contestó Allison, y se llevó dos empellones de su cuñada y Wendy, cada una por un lado. — ¡Au! Que me da pena… — Es solo para O’Donnells y Laceys. — Fitzgerald se giró y señaló a Frankie, que hablaba con Nancy, haciéndola reír tontísimamente. — ¿Él lo es? — ¡Pues claro, hijo! ¿No ves esa cabeza tan roja? Familia directa. Anda, deja tranquila a mi prima. — Si yo solo quería participar en el concurso… — Será otro año, joven. — Intervino el cura acercándose por ahí. — Hay que irse a dar el sermón a Connemara. — Sí, padre. — Les miró y agachó la cabeza. — Que lo paséis bien. — Feliz Navidad, O’Donnells, nos iremos viendo. — Se despidió el cura. Alice solo hizo un gesto afirmativo, y se quedó mirando cómo el cura y Fitzgerald se iban un coche muggle. — Sí que me da un poco penita. — Admitió. — Nancy ni le ve. — Ya, pues que se ponga a la cola. — Dijo Ginny entornando los ojos con pesadez antes de dirigirse a la familia y ponerse la varita en la garganta. — ¡A ver! ¡O’Donnells-Lacey! ¡Atiéndanme! ¡Tenéis diez minutos para ir a las casas a recoger lo que os haga falta para el concurso! ¡En quince minutos cierra el pub y el que no esté allí, se va a casa a dormir con el abuelo Cletus! —

MARCUS

— ¡Pero mujer! — Escuchó susurrar frustrado a Arnold, subiendo y bajando los brazos mientras veía a Violet ir a comerse lo que tenían los curas en las copas. Su familia le miró extrañado. — Me va a tirar abajo mi excusa de no confesarse. Porque... — Soltó una risa, negando. — Si alguien tiene que confes... — Emma le estaba mirando con una ceja arqueada. Vio cómo tragaba saliva. — Bueno, ya está terminando la misa. — Pues menos mal, porque a Marcus se le estaba haciendo larguísima. Suspiró al comentario de Alice. Para concentrarse estaba él, la verdad es que ya con terminar con aquella pantomima tenía de sobra. Se empezó a escuchar un llanto de bebé y, al girarse, vio al pequeño Arnie berreando en brazos de su padre. Arqueó las cejas con desdén. — Yo estoy a punto de hacer lo mismo. — Masculló.

Miró a su abuela con cara de circunstancias, pero sí señaló con evidencia las palabras de su abuelo. Aquello no tenía nada de científico. Se veía ya fuera del alcance del cura cuando una voz le puso recto como una vela una vez más. Marcus nunca había sido bueno mintiendo. Con la edad, a veces, había ocultado cierta información a conveniencia... Pero seguía sin dársele bien mentir u omitir información, sobre todo si no era simple información, sino toda su identidad. Al menos no era el cura muggle, sino el infiltrado. Sí que era un poco pesado, y su aspecto no le daba ninguna confianza. Por la reacción que vio en sus primas, no era muy bien recibido en el entorno en general. Solo le intentaban integrar Andrew y Allison, y su postura no era muy compartida. — Feliz Navidad. — Respondió con educación, sin quitarle la vista de encima hasta verle marchar. Cuando le dejó de ver, se giró lentamente hacia sus primas, con las cejas arqueadas y cara inexpresiva. — ¿Alguien me puede explicar por qué parece habérseos pasado este dato? — Parpadeó. — Llevamos aquí dos meses, nos habéis contado todas las tradiciones navideñas, ¿y justo esto no lo habéis considerado importante? — ¿Por qué querías saber que Fitzgerald va detrás de Nancy? — ¡Eso no, Wen! — Alzó los brazos al exclamar. — ¡Lo de que se te puede meter un cura en casa! — Bah, ese ya hasta la próxima Navidad no viene. — Comentó Ginny como si nada, mirando en la lejanía al cura muggle, que hablaba encantado con varias señoras mayores. Y, dicho eso, dio las instrucciones para ir a su pub.

Antes de volver a casa a por las cosas, tuvo que volver a la del tío Cletus y la tía Amelia porque se había dejado allí a Elio. Su pájaro no se lo vio venir, cuando se quiso dar cuenta, miraba con ojos aspaventados a un Marcus que se le había echado totalmente encima. — ¡Se acabaron las chuches! — Tras el susto inicial, Elio puso cara de pena. — ¡¡Te has comido diez!! ¿Quieres ponerte malo? — Se guardó las chuches en el bolsillo. — No hay más hasta nueva orden. — El pájaro empezó a piar enfadado, y Marcus a argumentar, y cuando se quisieron dar cuenta, Lex había agarrado al pobre animal y lo había metido dentro de su bolsa. — Se acabó la discusión. — Le miró. — Puedo meterte a ti también en una bolsa si se te ocurre protestar. ¡Que vamos a llegar tarde! — Y tiró de él en dirección a la casa. — Alice ya tiene que llevar allí un rato. Y nos va a pillar saliendo. Y va a ver nuestras cosas. — Apenas llevamos cosas, Lex. Vamos a pasearnos. Lo que tenemos que hacer lo podemos hacer prácticamente sin materiales. — Deja de chulear. Quiero que hagamos esto bien, que la gente se lo está currando un montón. — Marcus le miró. — ¿Sabes qué llevan los demás? — He escuchado a Wendy y a Sandy cuchichear de lo suyo, que no es muy difícil, pero no sé más. Pero vamos, que me da igual, lo que quiero es que lo hagamos bien nosotros. — Marcus puso una sonrisilla. — Alguien quiere impresionar a su famiiiiiii... — ¿Quieres acabar comiéndote tú las chuches del pájaro? Pues sigue hablando. — Y, riéndose, se fue hacia la casa a recoger los pocos materiales que necesitaban.

ALICE

Al menos el enfado de su novio no duraría mucho más. Tuvieron que separarse rápidamente, porque Lex estaba tomándose el asunto muy en serio, y así pudo desviarse con Siobhán y Allison, que empujaba a Andrew. — Que no me lo preguntes más, pesado, que no te lo voy a contar. — ¡Qué chiquillo! ¡Desde que nació! ¡Deja en paz a mi cuñada! ¡Y dame al niño! — Exigió Siobhán, empujando a su hermano después de quedarse al bebé. Brando se estaba riendo de lo lindo, con el día que llevaba de tanto traqueteo. La verdad es que el chiquitín era una parte fundamental de su actuación, así que se fueron las tres entre risas al piso de las solteras, donde habían estado guardando sus disfraces y materiales.

Siobhán subió a por ello mientras ellas esperaban en el rellano de la casa, y justo Allison se asomó por la ventanilla coloreada de la puerta. — ¡Alice! ¿Esos son Nancy y Frankie? — ¿CÓMO? — Gritó Sandy desde arriba, lanzándose escaleras abajo, a trompicones. — ¿Pero cómo te ha oído? — Preguntó Alice parpadeando. — Créeme cuando te digo que es mi trabajo. — Le contestó la aludida que ya estaba ahí pegada a la ventana. — Oh, cómo lo sabía… — Sophia y Wendy bajaron al trote por detrás. — ¡Ah! Así que una de mis Ravenclaws se había pasado al equipo de las divinas y la otra me ha dejado por un chico. — Sophia puso los ojos en blanco. — Por favor, dime que mi hermano no le ha puesto las manazas encima a la tía más guay de la familia. — Dijo con tono lastimero. — Vaya, gracias. — Le contestó Alice cruzándose de brazos. — Vaya que si se las está poniendo. Hay que fastidiarse, luego le dicen a una… — Informaba Sandy. De repente dio un salto para atrás. — ¡Uy! ¡Wen! ¡WEN WEN WEN WEN TÍA! ¡QUE KIKI HA VENIDO! ¡TÍA QUE TRAE FLORES Y UN REGALO! ¡QUÉ FUERTE! — ¿Quién es Kiki? — Preguntó Allison desconcertada antes los gritos de emoción de las dos. — Es Ciarán. Miss Americana no se lo aprendía y han empezado a llamarlo así. — Dijo Ginny cruzándose de brazos desde lo alto de la escalera. — Venga, dejad de ocuparme el recibidor con tanta hormona en el ambiente, tengo que irme a abrir mi pub y prepararlo para la familia. — ¡TÍA, GINNY! ¡QUE ESTÁN NANCY Y FRANKIE AHÍ! — Insistió Sandy, más emocionada que con los regalos de Navidad. Pero la pelirroja no se dio por aludida y suspiró. — Yo solo soy tía de este. — Y cogió a Brando de los brazos de su madre. — Y mi bichito y yo nos vamos al pub. — Fue verse en brazos de la mujer y el niño empezó a celebrar con risas y agitando piernecitas y brazos, como si supiera que le iban a llevar al lugar más maravilloso del mundo. — ¡Ginny! ¡Que lo necesitamos para el número! — Le gritó su hermana mientras terminaba de bajar, cargada como un camello desde lo alto de la escalera. — ¡Que ya, Siobhán! ¡Que no me lo llevo para secuestrarlo y empezar una nueva vida juntos! — Pasó justo por al lado de Ciarán y le señaló. — Eh, Connemara. — Hola Gin… — Ni una pedida en mi pub. Avisado estás. — Y siguió para adelante, frente a la actitud azoradísima y extremadamente sospechosa de Frankie y Nancy. — Anda que… Qué andarán haciendo. — Le comentó Alice en bajito a Allison, mientras cogían las cosas. La chica soltó una risilla traviesa que le hacía parecer aún más una hada del bosque. — Uy, Alice, si quieres te doy una pista, pero… — Es una forma de hablar, cuñada… — Siobhán suspiró y se quedó mirando un momento. — No son familia ¿no? De sangre, digo. Confirmado. — Alice suspiró y negó con la cabeza. — Eso a tu primo Marcus no va a haber quien se lo haga entender. — Vaticinó. Y Lex lo va a saber en preestreno.

La verdad es que Ginny cuidaba el pub como nadie y sabía crear ambientes con un arte que era de admirar. Arthur, como si nunca se hubiera jubilado, estaba sobreexcitado, con los ojos brillantes, dando voces a Ginny y recibiendo sus órdenes como si fuera un chaval, y George había decidido que él se ponía tras la barra y tenía entretenidas a las señoras con diferentes tipos de cóctel. En el pequeño escenario había unas telas por detrás de temática navideña y habían montado una mesa muy decorada también donde estaban los seis abuelos, claramente para ejercer de jueces y un montón de sillas delante del escenario. — El único camerino es la sala familiar, podréis acceder a ella mientras los anteriores a vosotros estén actuando, y, salvo casos excepcionales, ya os tenéis que quedar con lo que os pongáis el resto de la noche, porque somos muchísimos, no podemos atascar. — Les informó Ginny con presteza. Vivi estaba al lado de un tablón, también muy decorado, y, muy teatralmente, señalándolo, dijo. — Bienvenidos al concurso de talentos O’Donnell-Lacey. Aquí tienen su orden de actuación y en esa esquina encontrarán a la acomodadora de material. — Vio a Emma, que estaba mandando dibujar a algunos de los niños con tiza los espacios dedicados a cada uno para poner las cosas. — Vosotras no actuáis ¿verdad? — Preguntó, entendiéndolo todo de golpe. — Quién sabe. Pero no sería nada justo tenernos trabajando y hacernos actuar, ¿no te parece? — Contestó su tata tirándole un beso.

MARCUS

— ¿Ves como íbamos bien? — Dijo Marcus con tono paternal cuando cruzó con Lex el umbral del bar y eran casi de los primeros. — Me alucina lo pesado que has sido siempre con la puntualidad y lo tranquilo que estás hoy. — Acabo de sobrevivir a una misa católica y voy conociendo a mi familia. No tengo por qué correr. Prefiero guardar mis energías para el gran espectáculo que vamos a dar. Y tú también deberías. — Con su sonrisa más carismática, se acercó a la mesa de los jueces. — Holaaa... — ¡Tú, fuera! — Puso cara de espanto y se llevó una mano al pecho. — ¡Tía Maeve! — No no no no, nada de tía Maeve. Que nos lías. Nada de favoritismos. — Intensificó la expresión de sorpresa ofendida. — Solo venía a salud... — Pero ni le dejaron terminar, porque todos los abuelos se sumaron al pie de guerra de la tía Maeve y le echaron de allí. Lex iba muerto de risa. — Algún día te tenía que pasar. — ¡Encima que uno solo quiere ser educado! — Pues nada, ya no se acercaba a más nadie.

Poco a poco fueron llegando todos, saludó a Alice entre el gentío con una sonrisa y atendió a las instrucciones de Ginny, las cuales remató diciendo. — Y como yo no soy parte del jurado y soy la anfitriona... ¡Mi equipo abre esta velada! ¡Chicos, conmigo! — Y Horacius y Lucius botaron de sus asientos para ir corriendo detrás de su prima, generándose entre el público un corrillo de expectación, hipotetizando, riendo e intentando sonsacar a los demás qué iban a hacer. Minutos después, las luces bajaron y se escuchó un redoble de tambores. Una voz (la de Ginny modificada para parecer un programa de talentos, claramente) sonó amplificada por el local. — ¡Señoras y señores! ¡Irlandeses, americanos, ingleses y franceses! ¡Bienvenidos al concurso de talentos de la familia O'Donnell, este año con la colaboración especial de los Lacey y más gente que nunca! Demos un fuerte aplauso a los primeros competidores, cuyo espectáculo se titula "reconoce al gemelo, versión más difícil todavía". — Todos aplaudieron y jalearon, y el escenario enfocó la entrada de los dos gemelos, orgullosos y perfectamente trajeados, con pajaritas y brillo en las chaquetas como si fueran showmen. Ginny apareció tras ellos con una pajarita como la de ellos, pero solo enganchada al cuello, y un vestido de lentejuelas dorado espectacular. En algún momento, una barra de bar había aparecido en el escenario, llena de cócteles, vasos y demás utensilios. Además, había un atril con una especie de block de notas gigante, en cuyo título ponía "cóctel desafío". Sobre la cabeza de Ginny, un cronómetro mágico flotante estaba puesto en el cero, así como un contador de puntos.

— ¡Proponemos a nuestra prima Ginny un desafío! — Empezó a clamar Horacius con voz de maestro de ceremonias. — En estas tarjetas que tengo en mi mano, mi hermano y yo hemos elaborado una serie de preguntas sobre nosotros, que vamos a lanzar en batería durante dos minutos. — Señaló elegantemente a su hermano. — Mientras yo hago las preguntas, Horacius irá mostrando en esa libreta los cócteles que tiene que hacer. Cada cóctel realizado correctamente son veinte puntos. Cada pregunta respondida correctamente, diez puntos. Estos mismos puntos se restan si hay un error. — Intensificó la voz de concurso. — Nuestra concursante ha asegurado que es capaz de llegar... ¡A los doscientos puntos en dos minutos! — Hubo un murmullo impresionado generalizado, mientras Ginny se pavoneaba graciosamente. — ¿Será capaz de conseguirlo? — La mayoría de las voces del público gritaron "sí", pero algún que otro gracioso gritó "no". — ¡Vamos a comprobarlo! —

— Y el tiempo comienza... ¡YA! — Nada más decirlo, Lucius pasó la portada del block, y en la primera página apareció "San Francisco". Ginny, a una velocidad increíble, empezó a preparar el cóctel, pero no solo eso. Horacius empezaba a leer las tarjetas más rápido que la Sinsonte dorada en pleno vuelo, y con la misma rapidez contestaba Ginny, sin pestañear. — ¿Quién de nosotros tiró una vez de la cuna al otro sin querer? — Lucius. — Correcto. ¿Quién de nosotros se ha quedado más veces a dormir en casa de los abuelos? — Horacius. — Correcto. ¿Quién de nosotros le tiene miedo a los payasos? — Lucius. — Correcto. ¿Quién de nosotros querría entrar en la casa Hufflepuff? — Lucius. — Correcto. ¿Quién de nosotros odia las zanahorias? — Los dos. — ¡Muy bien! ¿Quién de nosotros...? — En lo que había hecho esas preguntas, Ginny había preparado ya dos cócteles e iba por el tercero. Lucius estaba al quite para pasar las páginas. — ¡Correcto! ¿Quién de nosotros soñó una vez que estaba federado en la liga por la protección del augurey salvaje? — Horacius. — ¡Correcto! ¿Quién de nosotros duerme con más peluches? — Lucius. — ¡¡Incorrecto!! — Sonó un sonido estruendoso y en el marcador de Ginny se restaron diez puntos, pero el ritmo vertiginoso no paró. — ¿Quién de nosotros ha probado ya la cerveza negra? — Lucius. — Correcto. ¿Quién de...? — ¡¡TIEMPOOOOO!! — Gritó Lucius, justo a tiempo de que Ginny cerrara la coctelera que tenía en las manos. La ovación fue enorme.

— Ahora, los jueces deben comprobar que los cócteles son correctos. — Le pasaron los siete cócteles (Marcus estaba impresionado) que Ginny había preparado mientras respondía preguntas a Lawrence, que mediante una separación rápida, comprobó que tenían los ingredientes correctos en todos ellos, por lo que no hubo penalización. Cletus habló como portavoz, leyendo sus documentos con las gafas en la nariz. — La concursante ha realizado bien un total de siete cócteles, a veinte puntos cada uno hacen un total de ciento cuarenta puntos. Además, ha respondido correctamente a quince preguntas sobre los gemelos, lo que son ciento cincuenta puntos, pero ha fallado una, por lo que pierde diez puntos. En total, otros ciento cuarenta puntos, que sumados a los anteriores hacen un total de... ¡Doscientos ochenta puntos! Por lo tanto, ¡DESAFÍO SUPERADO! — Todos aplaudieron y ovacionaron fuertemente, mientras Ginny hacía reverencias, y los tres se despedían alegres por el lado del escenario. Maeve hizo sonar una campanita para decir. — ¡Que pase el siguiente equipo! —

ALICE

Predicando con el ejemplo, la maestra de ceremonias fue la primera en anunciar su propio show, cortando el conato de drama que traían los O’Donnell provocado por Lex, por primera vez en la historia, tomándose algo exageradamente más en serio que su hermano.

La verdad es que motivos no le faltaban, porque el número inaugural era de escándalo, ya solo con el planteamiento y el vestuario. Aunque su vestuario iba a ser muy cuqui también, y tenían a Brando. Cuando oyó la apuesta de la propia Ginny en boca de Horacius, no pudo evitar entornar los ojos y suspirar. Miró a Siobhán y susurró. — Cuando los Gryffindor hacéis estas algaradas, ¿qué os mueve? — La chica se rio entre dientes, pero puso una sonrisa orgullosa y dijo. — Tú verás como sí que lo consigue. — Alice rio. — Ya, si no dudo de que hay posibilidades, ¿pero por qué venderlo tan alto? — Pero se callaron porque empezó la frenética y dificilísima ronda de preguntas, aunque no sabía si le parecían tan complicadas como mantener la velocidad y la precisión en los cócteles que estaba haciendo. Claramente tenía que abrir su mente Ravenclaw al abanico de “talentos” que podía ofrecer una persona. Cuando el tiempo acabó, se descubrió a sí misma preocupada por si Ginny alcanzaba los puntos y, como su hermana había predicho, lo logró y con buen margen, así que aplaudió y celebró como la que más.

Como bien había indicado la anfitriona, no había tiempo que perder, así que, sin llegar a quitarse el traje, presentó al siguiente grupo, que era uno que a Alice le generaba muchísima curiosidad, compuesto por Wendy, Sandy y Sophia. Las tres salieron vestidas con unos vestidos rojos, muy navideños pero bastante… ¿sosos? Eso iba a tener truco. Fue Sophia la que se adelantó para presentar el número con una sonrisa tierna y cierta expresión infantil. — Buenas tardes, familia. Para los que no os habéis criado con nosotros, quizá esta asociación no os parezca tan rara, pero para el que ha pasado más de dos días en la casa Lacey de Long Island, creerá que sus ojos no están dando crédito a lo que ven. — Se oyeron varias risas y ruidos afirmativos. — Mi prima Sandy y yo siempre hemos sido como el agua y el aceite, pero también hemos tenido momentos… Momentos en los que quizá buscábamos justo que nadie nos viera, y por eso nos veíamos la una a la otra, y sabíamos reconocer a otra mujer Lacey dispuesta a, por lo menos, no juzgar. — Carraspeó. — Este número surgió de un día en el que encontré a Sandy, escondida en la habitación de la tía Shannon, tratando de hacer dos invocaciones para tener compañeras de baile y yo me acabé ofreciendo y aportando una visión de Serpiente Cornuda al asunto. Cuando se lo contamos a Wendy el otro día, puso tanta emoción y entusiasmo al asunto que estamos seguras de que va a ser el número de nuestras vidas. Y ya os dejo, sin más dilación, con vosotros: ¡SWS! ¡Los Ángeles de Ballyknow! — Y se colocaron Wendy y Sophia a ambos lados de Sandy, bajaron las luces y empezó a sonar una música.

Era Jingle Bells, y las sombras comenzaron a moverse muy coordinadamente. Pero, al encender la luz, no fue el baile lo que más sorprendía, es que cada más o menos diez o veinte segundos, completamente en sincronía con la canción, el vestuario de las chicas cambiaba. El primer cambio fue en cuanto se encendieron las luces, que aparecieron vestidas de una versión muy sexy de Papá Noel, que escandalizó a Jason, dejó a Cillian sin palabras y la boca abierta, y a George con la misma sonrisa de padre amantísimo que llevaba luciendo toda la tarde. El siguiente fue una también muy atrevida versión de un atuendo leprechaun muy verde, pero la cosa fue evolucionando, porque llegado el estribillo llevaban las tres el mismo vestido plateado que, a medida que giraban sobre sí mismas en distintas posiciones, iban adquiriendo un degradado de color en cada una de ellas. Pasaron por las rayas blancas y negras, atuendos circenses, hawaianos e incluso de majorettes como las que había visto en carteles en América y trajes medievales irlandeses, y todo sin descuidar la coreografía y sin que Alice pudiera ver quién de las tres estaba lanzando el hechizo con tanta precisión. Parecía increíble que solo hubieran pasado tres minutos de coreografía, pero cuando terminaron, cada una con un outfit muy personal que te hacía pensar en ellas a diario, la ovación fue tremenda. Frankie silbó emocionado y Fergus gritaba. — ¡ESA ES MI HERMANA! — Los miembros del jurado también aplaudieron profusamente, y Lawrence aseguró. — Se valorará la originalidad, y más importante ¡la pericia hechicera! Enhorabuena, chicas. — Sí que se estaba poniendo difícil el concurso.

MARCUS

El tercer grupo era curioso cuanto menos, y Marcus miró a Alice con una sonrisilla divertida. Ya el combo Sophia-Sandy le hacía pensar en desastre, pero meter a Wendy en medio solo lo podía empeorar. Eso sí, estaba deseando, lo cual era muy raro en él, que le demostraran que no tenía razón, porque le apetecía muchísimo ver lo que esas tres en sintonía podían llegar a crear. Y afortunadamente, sí que estuvieron en sintonía, y tras el conmovedor discurso de Sophia, alucinó con el juego de hechizos de los trajes... Bueno, puede que entre el discurso y el juego de hechizos, él también se hubiera azorado un poquito con lo reveladores que eran los trajes. Pero Marcus estaba felizmente ennoviado con la mujer más guapa del mundo y esas eran sus primas, así que... — Sí, pero nervioso te has puesto igual. — Tú cállate y concéntrate que ya mismo tienes que actuar. — Y Lex rio por lo bajo al susurro agresivo y amenazante de Marcus, que por su parte se removió en el asiento para acercarse un poquito más a Alice y apretar su mano mientras disfrutaba del navideño espectáculo.

Aplaudieron y vitorearon la actuación, y los propios miembros del jurado (Maeve y Amelia sobre todo) tuvieron que llamarle la atención al tío Cletus, que no paraba de alabar a las chicas y empezaba a vislumbrarse que estaba perdiendo objetividad. Fue una escena ciertamente divertida de ver. — ¿Está preparado el siguiente equipo? — Preguntó la tía Maeve en voz alta, y por la dulzura que empleó en el tono intuía que era uno de los equipos infantiles. No se equivocó. — A continuación llega uno de los dúos de la noche. — Presentó Amelia, y con voz cantarina, dijo. — ¡Que pase "el cuentacuentos animado"! — Todos aplaudieron con ganas, y al escenario subieron, con sendas sonrisas radiantes, Pod y Maeve Junior, cogidos de la mano. Iban vestidos a juego, él con un jersey y un pantalón ancho y ella con un vestido, los dos de verde esmeralda pero ambos con un cinturón con la bandera americana. Pod también llevaba un gorrito con los colores americanos, y Maeve una cinta con una flor en el pelo. Provocaron una oleada de sonidos de adorabilidad en el público.

— Buenas noches, familia. — Empezó a clamar Pod, exultante. Cada uno llevaba un bloc en sus manos, pero Maeve, además, tenía una especie de estuche de lata. — Estamos muy contentos de poder mostraros nuestros humildes talentos esta noche. Antes de nada, queríamos dar las gracias a una persona que nos ha ayudado con un hechizo para que podáis disfrutar de nuestra obra mucho mejor. ¡Demos un aplauso a la acomodadora del concurso! — Y todos empezaron a aplaudir y a mirar a Emma, que sonreía orgullosa. Marcus también aplaudió, pero intercambió miradas con Alice y Lex sin disimular la sorpresa. ¡Vaya si se lo tenía callado su madre que andaba ayudando a los niños! Sí que se había integrado rápido en Irlanda. — En estos días, nuestra familia irlandesa y nuestra familia americana han compartido la Navidad, sus recuerdos, sus tradiciones... y un montón de comida. — Siguió Pod, y todos rieron. — Y Maeve y yo nos hemos compartido un montón de historias sobre nuestros sitios. Ella dice que ojalá saberse tantos cuentos e historias como me sé yo, y yo le digo que ojalá poder ver todos los sitios que conoce ella. Aunque coincidimos en que nos contamos las cosas tan bien que es como si las viviéramos... Y entonces, pensamos, ¿por qué no compartir ese conocimiento con mi familia? — El niño, sonriente, dio un amago de saltito en su sitio, con el bloc agarrado con las dos manos. — ¡Bienvenidos a un cuento de Irlanda y Nueva York! Escrito por Patrick O'Donnell, o sea yo, e interpretado por Maeve Lacey, o sea ella. — Menos mal que lo ha especificado. — Murmuró Lex, divertido, y Marcus se aguantó la risa.

Dicho esto, ambos hicieron una tierna reverencia y la chica se sentó en el suelo, abriendo el estuche de lata, que resultó contener multitud de lápices de todos los colores y tamaños, y puso cara de concentración. Cuando Pod la vio preparada, empezó a narrar. — "Érase una vez, un lugar muy muy lejano, tan lejano como nuestras fantasías. Los bosques poblaban el lugar..." — Al empezar esa frase, Maeve empezó a dibujar, y tras ellos, al fondo del escenario, se veía proyectada la imagen de lo que la chica estaba dibujando, por lo que todos podían ver el progreso. Ese debía ser el hechizo con el que Emma les había ayudado. — "...Pero entre los bosques, perdido solo para quienes no sabían encontrarlo, había unos edificios altos altos, tan altos como las nubes, ¡como si rascaran los cielos!" — Y Maeve seguía dibujando con total nitidez lo que Pod narraba. El chico había tenido la delicadeza de incluir frases que no era necesario dibujar en la historia e iba lento narrando, y aun así, Maeve dibujaba a toda velocidad, con una precisión que les dejaba a todos boquiabiertos. — "...Y la chica preguntó al diricawl..." — ¡Mira, mamá! ¡Un diricawl! — Oyó a Ada susurrar, feliz de ver al animalillo que dibujaba su hermana. Podían verle cada pluma desde allí. — "...¡Amigo diricawl! ¿Cómo sabré dónde se encuentra el leprechaun de La Isla de la Libertad? Y el diricawl le contestaba: ¡Dime, niña! ¿Qué camino tomarías si quisieras ser libre de verdad?" — Y los enormes senderos se abrían paso por el dibujo. El público hacía rato que estaba conteniendo el aliento.

Tras casi diez minutos, la historia fue llegando a su fin. — "Y así fue como el leprechaun conectó el verde de los árboles con los techos de los rascacielos, y la niña caminó sobre el arcoíris, y todos los animales dijeron: ¡no hay distancia que nos separe si somos libres! Y colorín colorado, este cuento ¡se ha acabado!" — Y dicha la frase final, Maeve se levantó de un salto y, exultante, mostró al público el bloc con toda la historia dibujada, y la reacción del público fue atronadora. Se pusieron en pie y aplaudieron con fervor. — ¡AY MI NIÑA! — Molly se había lanzado prácticamente encima de Maeve Junior cuando la pobre aún estaba bajando el último peldaño del escenario, y la estaba estrujando y llenando de besos. Frankie había abierto los brazos para recibir a Pod, y tanto él como Maeve y Amelia se secaban las lágrimas de emoción. Lawrence fue el que tuvo que hablar, porque más de medio jurado estaba inhabilitado. — Impresionante. Fabuloso. Narrar una historia que tenga a todo el mundo enganchado no es fácil, chico, y lo has hecho con una brillantez y una ternura infinitas. Y Maeve, tu capacidad para el dibujo, para materializar las palabras... es indescriptible. Habéis hecho magia. Enhorabuena. — Y los niños intentaron dar saltos de felicidad, pero Molly no les dejaba. Cletus dio una palmada. — ¡Bueno! ¿A esta no le decís que no está siendo objetiva? Y yo no pudiendo llamar a las niñas guapas... — Marcus estaba deseando que llegaran sus primos por allí para felicitarles, pero notó que Lex se removía a su lado. — Joder, estos vienen más preparados de lo que yo pensaba. — Marcus rio y le puso una mano en el hombro. — Pues vete relajando, hermanito, porque ya mismo nos toca. —

ALICE

Era el turno de Maeve y Pod, que resultaban adorables solo en su mera asociación. Qué bien iba a encajar su Dylan justo ahí, con ellos dos. Pero no estaba ella preparada para semejante adorabilidad. Cuando vio proyectado el dibujo de Maeve, entendiendo que obviamente su suegra tenía ahí algo que ver, se le llenaron los ojos de lágrimas de emoción. — Nuestro Pod es demasiado bueno para este mundo. — Dijo Allison, igualmente emocionada, limpiándose las lágrimas. — Y Maeve es una artista, va a poder ser lo que ella quiera. — Aseguró Siobhán. Pero el momento se cortó por un susurro agresivo que apareció por allí. — ¿Qué os he dicho que teníais que hacer cuando os tocara? — Preguntó Ginny cual sargento de hierro. — ¡Ay es verdad! — ¿Para qué hace una la lista de actuaciones y habilita una habitación? — Ay, ya está, pesada, ya vamos. — Dijo Siobhán tirando de ellas. Jo, le daba pena perderse en parte el talento más cuqui de esa noche.

Entraron a la sala del billar y se pusieron los trajes de hada basados en los que Alice se hizo en su día para el hada de los dulces y le echó el hechizo a alas y zapatitos. Vistieron a Brando, que claramente no se enteraba bien de lo que estaba pasando, pero se reía, como era habitual en él, y se dejaba poner todos los ornamentos para ser su pequeño duende del jabón. Cuando estuvieron listas, Maeve y Pod estaban terminando, ante la tremenda emoción de los abuelos, y prácticamente de todo el mundo, no era para menos. Alice aplaudió y silbó, sintiendo un tremendo orgullo en el pecho al ver cómo aquella familia tan distinta y distante era capaz de tender un puente en apenas tres días, como si nada, y hacerlo tan bonito, con la colaboración de un cachito de cada uno.

Pero llegaba su turno, y Allison subió al escenario con Brando en brazos y tomó el micrófono. — ¡Hola, familia! ¿Qué tal? — Es que la pobre era incapaz de no ser un amor, ni siquiera para hacer la ficcioncita de presentar. — Esta noche, Alice, Siobhán y yo vamos a convertirnos en las hadas del jabón y vamos a proveeros de las pompas más bonitas que hayáis visto nunca. Nuestro duende del jabón será mi niño, y la música se la debemos a Nancy, que nos ha seleccionado unas músicas muy de hadas, a pesar de ir en el equipo con Frankie. ¡Gracias, guapa! — Esa era Allison. Destripaba una sorpresa con tanto cariño, que no te podías ni enfadar. Alice subió roleando un poco el hada, dando saltitos y pasitos muy pequeños, con una cesta en la que llevaba su círculo de transmutación y sus materiales, que en realidad solo eran jabón, agua, goma y colores en polvo.

Instaló la tabla con el círculo en el suelo con los materiales, y la conectó por un cable de plata al pompero gigante que dejó en manos de Brando, al que Allison ya había sentado en su carrito transformado en un carrito digno de un duende con plantitas y flores enredadas por todas partes. En cuanto empezó la música, ella empezó a transmutar pompas de jabón de colores y más resistentes de lo habitual gracias a las propiedades de la goma, entonces Brando soplaba el pompero (a veces tenía que hacerlo Allison porque el pobre se distraía y era casi de su tamaño) y su madre echaba hechizos transformadores a las pompas para darles distintas formas, desde corazón a pajaritos y guirnaldas que habían ensayado. Siobhán, por su parte, se había montado en su escoba y volaba despacito por toda la sala, actuando muy bien su papel de hada, y conducía las pompas hacía todo el mundo, incluso les echaba hechizos iluminadores. Para culminar el número, Alice transmutó unas pompas especialmente resistentes y muy verdes, que Allison transformó en Leprechauns y Siobhán guio hasta la mesa del jurado, haciéndoles hacer una coreografía que quedó aún mejor que la primera vez que lo ensayaron. Tanto se emocionó Alice con el final que, mientras les aplaudían, transmutó un montón de burbujas de muchísimos colores y, levantándose de golpe desde el círculo, las hizo salir por los aires y que el pub se llenara de ellas. Y entonces, entre risas de Allison y Brando y los ruidos de impresión y divertimento del resto de la familia, por fin, volvió a sentirse ella, Alice Gallia, capaz de imaginar cosas así, de improvisar, y de sorprender y hacer reír a los demás.

MARCUS

Alice y él se habían guardado el uno al otro el secreto de lo que llevaban preparado para el concurso de talentos, así que la miró divertido marcharse con su equipo para los camerinos, expectante por ver qué llevaban. Solo con ver a Allison salir ya puso una sonrisa radiante. — Ese traje lo ha diseñado Alice. — Le dijo a Lex, codazo orgulloso incluido. — Es como el del año que se vistió para Halloween del hada de los dulces. — Nunca te lo podré agradecer lo suficiente, hermano. — Marcus se extrañó, mirándole con cara de confusión total. — ¿El qué? — Lex, con una expresión entre bromista y granuja, le miró de reojo y le dijo. — El que me des motivos sobrados para hacer control de la legeremancia. — Marcus soltó una fuerte pedorreta. — Eres idiota. —

El espectáculo no solo era adorable (Marcus estaba como un niño mirando a Alice hacer de hada, puede que los demás le estuvieran pasando un poco inadvertidos), sino talentoso, porque por supuesto, su novia usó la alquimia. Lex rio entre dientes. — No sé de qué me sorprende que vayáis a hacer lo mismo. — No vamos a hacer lo mismo. No tiene nada que ver. — Lex le volvió a mirar con aburrimiento, aunque esta vez arqueó una ceja. — ¿Sabes que la alquimia es vehículo para muchas cosas? Es como decir que dos comidas son idénticas porque las dos llevan tomate. Que la usemos como vehículo... — Oh, por Nuada, cállate un rato. Atiende a tu novia aunque sea. — Eh, los dos. — Les llamó Ginny. — Para estar peleando, id a cambiaros. — Y Lex se dispuso a levantarse, pero Marcus, por contra, se retrepó aún más en el asiento con chulería. Ambos le miraron con sendas cejas arqueadas, preguntándose qué hacía. — Yo no necesito cambiarme. Llevo el talento conmigo. — ¿Puedo hacer la prueba solo? — Adelante, míster Irlanda. Pídele a Nuada que te ayude. — Y ya se le iba a enzarzar Lex cuando las pompas con formas y colores empezaron a sobrevolarles y su absurda discusión se les olvidó. Aplaudió con ganas y agarró el pajarito en el aire, aferrándose a él como si fuera un peluche y dedicándole a su novia una mirada de amor en la distancia. En lo que seguían lanzando pompas, se giró a quienes tenía a su alrededor, mostrando la pompa transmutada. — ¿Habéis visto? Es como goma. Es perfecta. Totalmente clara, una ejecución que... — Voy a cambiarme. — Y Lex se fue, no sin antes lanzarle a la cabeza una de las pompas que había caído por allí. — Y tú, no tardes en venir a por la parte de tu talento que no llevas contigo. — Que sí. En cuanto termine. — Que no quería perderse nada.

Aplaudió con ganas, aunque poco tiempo, porque aprovechó la ovación para, tras lanzar un beso a su chica desde el público, escabullirse al camerino. Lex ya estaba perfectamente equipado. — ¡Que ya ten...! — Lex. — Le paró, poniéndole las manos en los hombros. — Relájate. Va a salir genial. — ¿¿Pero tú por qué estás tan tranquilo?? — Bufó. — Tío, nos hemos pasado. — Que no... — ¡Es demasiado laborioso! ¿¿Por qué no nos hemos limitado a hacer pompas como ha hecho tu novia?? — Oye, que las pompas las estaba transmutando en directo. ¿Y acaso quieres vestirte de hada? — ¡Y esto no es tan guay como hacer cócteles a toda hostia y dibujar un putísimo paisaje inventado entero a tiempo real! ¿¿Y si le hago daño a alguien?? — Ay, Lex, por favor. — Suspiró. — Sería la primera vez que eso pasa. — Sí porque... — Que te relajes. — Cortó, y ya le miró a los ojos. — Que yo voy a estar ahí y te voy a reconducir si hace falta. Es mi parte del show. Y a la familia le va a flipar. Hagas lo que hagas vas a quedar bien, ¿entendido? — Lex soltó aire por la boca y, aunque reticente, acabó asintiendo. — Pues vamos. Que nos esperan. —

Realmente salió él primero, también con una brillante pajarita a modo maestro de ceremonias, porque sería quien presentara y porque era parte del show. — Buenas noches, familia. Gracias por darnos la oportunidad de mostrar y de asistir a esta demostración de los talentos de todos. — Sonrió al público. — Mi hermano es un fantástico deportista, como bien sabéis, mientras que yo siempre he brillado más en lo académico. Lo suyo es el quidditch, más concretamente el puesto de cazador, mientras que mi especialidad es la alquimia. No obstante, siempre hemos querido ser... lo más multidisciplinares posible. Dominar otras áreas. Por eso, queremos demostrar que Lex podría jugar en cualquier posición, a saber: cazador, guardián, golpeador y buscador. Así mismo, demostraremos también que la alquimia no es lo único que yo puedo dominar, sino que también sé aplicar la historia a un evento, realizar encantamientos sensoriales e invocaciones y hacer transformaciones. — Entrelazó los dedos y se retiró unos pasos del micro, quedándose en silencio y mirando al público, dando intriga. Al cabo de unos segundos, dijo. — Oh, perdón. ¿Esperáis algo? — Chasqueó la lengua. — Supongo que estamos demasiado acostumbrados a la velocidad de las Nimbus y las Saetas. Hay que tener en cuenta que... — Y justo mientras hablaba, Lex salió volando en escoba del camerino, como si diera un paseo. — ...Las Barredoras fueron un gran avance en su momento. La Barredora 1 fue todo un hito en velocidad, pero en 1926 no estaban aún acostumbrados a las grandes escobas de competición. ¡Miradla! ¿No es toda una reliquia? — Y, cuando el público se fijó, Lex efectivamente iba montado sobre lo que parecía el primer modelo de escoba de competición del mercado.

Nancy se puso de pie para mirar bien. — ¿¿Es una Barredora 1 de verdad?? — Sí que lo es. Mira el mango, es inconfundible. — Señaló Allison, y ya tenía a todos con la atención en la escoba, por lo que sutilmente, movió su varita para convocar los diversos líquidos de las bebidas que había por allí. Este comenzó a abandonar el recipiente, formando un riachuelo que, obedientemente, iba hacia él. — ¡Era todo un espectáculo para la época ver la Barredora 1! Pero supongo que algunos presentes recordarán haber presenciado el nacimiento de la Nimbus 1000. — ¡Y tanto! — Clamó Cletus entre risas. Marcus sonrió hacia él. — ¿Te gustaría volver a ver una, tío Cletus? — Detuvo la silenciosa invocación de agua para alzar la varita hacia su hermano, que sobrevolaba por encima de sus cabezas. La escoba se transformó ante sus ojos en una réplica de la Nimbus 1000 que dejó a todos boquiabiertos. — Pero no podemos ignorar los contextos históricos entre ambas. Habían pasado casi cuarenta años. Años conflictivos. De ahí que inventaran escobas más rápidas, escobas dispuestas a soportar... — Movió rápidamente la varita, señalando al bolso de la tía Nora. — ¡Oppugno! — El bolso salió disparado amenazante hacia Lex, que lo cogió al vuelo. — ...Todo tipo de ataques imprevistos. — En lo que aplaudían, Lex sobrevoló y, cual héroe, devolvió el bolso a la mujer prácticamente en las manos, moviéndose con soltura y precisión entre el público aun encima de la escoba.

— Pero dejemos el pasado y vayamos al presente. — Y, una vez más, su varita transformó la escoba en la Sinsonte Dorada que Lex había recibido esa misma mañana. Lex se irguió, preparado. Claramente estaba mucho más cómodo con las prestaciones de esa escoba. — Eso, hermanito, ya basta de charla. ¿Me vas a dejar demostrar que soy algo más que un cazador de quidditch? — Marcus le siguió el rollo, haciéndose el interesante. — Más bien voy a demostrar toda la magia que soy capaz de hacer. Dudo que puedas seguirme el ritmo. — Ponme a prueba. — ¿Eso quieres? — Se chulearon mutuamente. Tras eso, Marcus movió la varita y empezó a escucharse el piar de un pajarito por toda la estancia. — Encuéntralo, si eres capaz. — Y, dicho esto, en la barra cercana empezó a levitar una de las cucharas de madera. — ¡Engorgio! — Lanzó al objeto, cuadruplicando su tamaño. — Creo que esto te va a hacer falta. — Lo lanzó hacia Lex, quien volvió a tomarlo en el acto. Nada más cogerlo y sin avisar, Marcus apuntó a una de las guirlandas del techo y clamó. — ¡Petrificus Totalus! — Por el peso, la bola ahora de piedra cayó, haciendo a quienes había sentados debajo contener el aliento. Pero Lex había volado a toda velocidad y, con la cuchara con forma de bate en la mano, dio un fuerte golpe a la piedra en dirección a Marcus. — ¡Inmobilus! — Lanzó antes de que llegara a él, y apenas llevaba segundos detenida cuando, antes de que volviera a caer por su propio peso, volvió a lanzar. — ¡Oppugno! — Y la bola volvió a toda velocidad hacia Lex, quien esta vez la derivó hacia la puerta de la sala, donde Marcus afinó el tiro para lanzar. — ¡Bombarda! — E inmediatamente después. — ¡Arresto momentum! — Apenas había dado tiempo a la explosión a producirse cuando las partículas empezaron a moverse lentamente, volando Lex hacia allá y recogiendo cada partícula en el aire. Con todas en las manos, sobrevoló sobre su cabeza y las dejó caer diciendo. — ¿Intentas matarme, hermanito? — ¡Protego! — Lanzó Marcus, y las piedrecitas cayeron a su alrededor, bordeando la cúpula que se había creado. Marcus rio. — Qué va. Solo te pongo a prueba. ¿Seguimos? —

Pero lo de que Lex le lanzara las piedras no había sido casual. Poco a poco y mientras todos estaban entretenidos en el resto de la exhibición, había formado un charco de agua a sus pies con el que estaba dibujando un círculo de transmutación justo donde habían caído las piedras. — No estás mal como golpeador, y lo de que cazas bien ya lo sabíamos. Pero sigues sin encontrar lo que buscas. — De hecho, el pajarito se oía piar en diferentes intensidades, como si estuviera sobrevolando por allí, pero nadie lo veía. — Ni me has demostrado que seas un buen guardián. — No tengo un aro que defender. — ¡Oh! ¿Así que era eso? Habérmelo dicho antes. — Se arrodilló y fue a juntar las manos, pero Lex le interrumpió. — ¡No voy a quedarme aquí flotando mientras tú trabajas! Venga, no hagas que me aburra. — ¿Eso quieres? — Soltó una carcajada. — Pues yo no puedo estar entreteniéndote todo el tiempo. Tendrás que vértelas con otro. — ¿Ah, sí? ¿Con quién? — Y entonces, esbozando una sonrisa maliciosa, Marcus alzó la varita. — ¡Especto Patronum! — El occamy empezó a emerger y a aumentar de tamaño, chirriando con tanta fuerza que hizo temblar todo el local, y tal como abandonó la varita, comenzó a perseguir a Lex por el aire. El vuelo de su hermano esquivando el hechizo era un espectáculo digno de ver, y entonces Marcus aprovechó para juntar las manos, y las piedras comenzaron a fundirse y a elevarse, alzándose poco a poco del suelo, formando un mástil que empezaba a adquirir metros de altura. — ¿Quieres librarte de él? — Bramó a su hermano, y entonces apuntó a una de las cocteleras de la barra, lanzándosela. Por supuesto, la cogió en el vuelo. El mástil del aro de quidditch seguía creciendo, ya adoptando su forma final. Marcus bajó corriendo del escenario, atravesó el público y se puso en el lado contrario de la sala.

— ¿Preparado? — Gritó. El aro estaba formado del todo, y Lex se puso frente a él, coctelera en mano. Movió la varita y, las telas tras el escenario y tras su hermano, comenzaron a ennegrecerse, a oscurecer el entorno y a adoptar una forma tétrica que activaron todas las alarmas del patronus, por lo que se lanzó de lleno en la dirección, pensando que eran dementores. Allí estaba Lex, coctelera en mano, y justo cuando el occamy se lanzaba veloz en su dirección, se puso en el camino y el animal entró de cabeza a la coctelera, reduciendo su tamaño al del espacio, tal y como era la propiedad de estos animales. Lex cerró y, al hacerlo, Marcus invocó. — ¡Accio coctelera! — Y esta voló hacia él, pero antes de llegar, lanzó de nuevo. — ¡Oppugno! — Y esta fue flechada hacia Lex, quien la atrapó con una precisión impresionante. La familia empezó a aplaudir con ganas. — ¡Un momento, un momento! — Cortó Marcus, y volvió al escenario al trote. Estaba con la respiración jadeante por tanto hechizo fugaz, y su hermano más aún. — Muy bien, eres muy buen cazador, muy buen golpeador y muy buen guardián. Pero no has demostrado que seas un buen buscador. No has encontrado lo que debías buscar. — Lex puso una impostada expresión de extrañeza y dijo. — ¿Te refieres a esto? — Y, al abrir la palma, volvió a escucharse el piar del pajarito, y el público pudo apreciar un pájaro absolutamente minúsculo de color dorado que ahora daba saltitos en la palma de Lex. La ovación fue generalizada. Marcus sonrió a su hermano, y este le devolvió la sonrisa, absolutamente feliz. Bajó de la escoba y se abrazaron, recuperando el aliento.

ALICE

Las risas y los aplausos hubieran sido suficiente para poner sus niveles de alegría por las nubes, pero aún faltaba el veredicto, aunque los hermanos Lacey estaban demasiado entretenidos con las pompas. — ¡Dale, Molly, dale! — ¡Es que no se rompen, eh! — Francis, Margaret, por el amor de Eire, que no sois niños. — Les llamó la atención Amelia, antes las risas de los cónyuges de ambos. — Hija, no soy objetivo, porque todo el mundo sabe que veros a ti y a mi nieto hacer alquimia es lo que más alegría me da en la vida, pero… — Lawrence abrió los brazos y señaló a todo el pub, que, como niños, corrían y saltaban detrás de las burbujas, reían, y alzaban a los más pequeños para que pudieran jugar con ellas. — …No hay nada que le guste más a un Ravenclaw que cuando todo indica que siempre tuvo razón. — Alice rio, feliz, y el abuelo se giró hacia las demás. — Chicas, habéis sido brillantes, qué vuelo tan grácil, Siobhán, y qué transformaciones tan bellas, Allison, enhorabuena de verdad. — Le dio en la naricita a Brando y terminó con una tierna sonrisa. — Y un fuerte aplauso para el duende más bonito del mundo. —

Alice estaba encantada y con un subidón de endorfinas tremendo, así que se fue corriendo al lado de su suegro, que estaba más o menos en el mismo estado que ella y al sentarse le agarró del brazo y dijo. — ¿Estás nervioso por ver lo que hacen tus niños? — Él palmeó su mano. — Estoy absolutamente feliz. Toda mi familia está reunida, mi Alice es feliz y mis hijos van a colaborar… No puedo pedir más. — Pero entonces vieron subir a Marcus al escenario y dejaron de parlotear para simplemente adorar a la persona que estaban viendo.

Su Marcus parecía haber nacido para aquello, claro, y Alice escuchaba y asistía al espectáculo con ojos brillantes y sintiéndose orgullosa del mucho quidditch que había aprendido en el último año, entre unos y otros. Nancy y Allison le estaban rivalizando en la emoción desde luego, aunque Alice estaba más pendiente del cruce de hechizos, que le parecía bastante más atrevido de lo que esperaba de los hermanos, por no hablar del pajarito, que le estaba rondando por la cabeza. No había visto nada todavía. Cuando empezó la demostración de las habilidades de Lex como jugador y de Marcus como hechicero y alquimista, y cuando soltó el Patronus no pudo evitar abrir la boca y lanzar un grito ahogado, siguiendo con los ojos al precioso occamy. Eso sí, no pudo evitar susurrarle a Arnold. — Luego me decían a mí del Club de Duelo, pero eso de la Bombarda en interior… — Su suegro rio y contestó. — Mira, si no fuera porque están haciendo una exhibición de gallardía y pericia mágica, por mucho que les quiera, les dejaría solos ante el peligro de responder ante su madre, pero creo que el problema va a ser bajarla del pedestal de orgullo Slytherin que tiene ahora mismo. — Y Alice tuvo que reír también. Obviamente, aplaudió como la que más, silbó y gritó “¡GUAPO! ¡GUAPO!” varias veces.

Mientras los mayores les daban el veredicto, ella trató de concentrarse y se fue a una esquinita. Tomó aire, puso la mano frente a ella y dijo. — Venga, Alice, las plantas son lo tuyo… ¡Orchideus! — Y un ramo de ciclámenes y dalias apareció en su mano. En cuanto pudo, se acercó entre la horda de fans familiares a los chicos y les dio el ramo y un besito a Marcus. — Enhorabuena, O’Donnells. Habéis demostrado que sois el mejor equipo posible. — Lex miró el ramo. — Ehhhh, Alice… Ehhhh… Las flores son… blancas y rosas. — Sí, hijo, sí. Son dalias y ciclámenes, las flores de Slytherin y Ravenclaw. — ¡Ahh! Entonces perfecto. ¿Te ha gustado? — Y entre risas y comentando sus respectivos números, se sentaron los tres con el ramo en medio.

Quedaban solo dos números de concurso (los demás serían fuera de valoración) y el que tocaba era el más numeroso. Básicamente Andrew con un montón de niños, así que prometía, por lo menos, ser divertido. De entrada, subió al escenario con una camiseta de la bandera de Estados Unidos y vaqueros, con Fergus, que llevaba una ropa normal pero una bandera irlandesa atada a modo de capa. — ¡Qué pasa, familia! ¡Feliz Navidad! — Este como su mujer, lo de presentar no es lo suyo. — Susurró Alice, socarrona. — Aquí estamos Fergus y yo a la cabeza de dos equipos de élite que se van a enfrentar. Nos hemos intercambiado las banderas para demostrar que todo esto es de buen rollo. — ¡BUUUUHHH! ¡Qué Hufflepuff! — Gritó Lex a su lado. No, desde luego que estaba integradísimo. — Como decía, Fergus y yo vamos a estar a la cabeza, y hemos sido los entrenadores, de dos equipos, el suyo es equipo América, con Ada y Saoirse, y el mío equipo Irlanda, con Rosie y Seamus. — E hizo un gesto para animar los aplausos. — Los dos hemos diseñado pruebas para el equipo contrario sobre el país propio, a ver si saben más los irlandeses de América o los americanos de Irlanda. En una nota especial… — Señaló a su espalda y la luz iluminó a Arnie, sonriente en una trona. — Nuestro juez de línea. Y, en la elaboración de comidas: ¡la prima Rosaline! Un aplauso para ella, por favor, es la mejor. — La mujer se puso roja mientras se acercaba con un carrito lleno de comida y sacudía la mano en dirección a Andrew. — Haremos tres pruebas cada uno, en caso de empate, desempatarán los jueces. ¿Estáis listos? — Se oyeron unos ligeros “sí”. — ¡NO OS OIGO! — El volumen subió. — ¿ESTÁIS SEGUROS? — Y ya el “sí” se acompañó de aplausos y griterío.

Con idénticos atuendos (bueno, Ada directamente se había pintado la cara con la bandera y llevaba tréboles prendidos, entre otras cosas) los chicos se unieron a sus entrenadores y el equipo América hizo su primera pregunta. — ¿Cómo se llama el Ministerio de Magia de América? — Seamus estaba completamente distraído, pero Rosie puso tanta cara de concentración que casi veía salir humito de su cabeza. — Mi.. Ma… Ma… — Resopló. — MA.. CU… ¡MACUSA! — ¡SÍÍÍÍ! ¡VIVA MI HADA PELIRROJA! — Celebró Andrew levantándola en brazos, pero enseguida volvió a su lugar. — Nombra a los siete Tuata Na Dahn. — Saoirse empezó a lanzar nombres al aire, pero al final Ada le dio un manotazo y, tras mandarla callar y también en máxima concentración, soltó los siete del tirón. — ¡TOMA! ¡TOMA! ¡Vas a ser Serpiente, Adie! ¡El primo Fergus está muy orgulloso de ti! — Tocaba la prueba de las comidas, y Seamus y Saoirse, con los ojos vendados, tuvieron que adivinar lo que estaban comiendo. En el primer caso, el niño adivinó al instante el perrito caliente y todo lo que llevaba, para devorarlo entero acto seguido. A Saoirse le costó más el pastel del pastor, porque no se sabía bien el nombre y hubo que ayudarla, pero al final lo sacó. — Bueno, es que en este caso, Irlanda se complica, eh… — Susurró Alice, mirando significativamente a Marcus y recordando su incursión en la truck food. La prueba final consistía en reconocer una canción y decir en qué ocasión se cantaba. Primero fue Fergus, que se quedó pensando. — Es la canción de año nuevo… Es… — ¡Auld Layne Sine! — Exclamó Ada. — ¡SÍ! ¡SÍ! ¡Toma! — Y cuando llegó el turno de Andrew, se quedó en blanco. — Vaaaaaale… Creo que esa canción se llama Amazing Grace… Y… Ni idea de cuando se canta, ¿chicos? — Seamus estaba dándole pastel del pastor a Arnie en la trona y Rosie tenía cara de seguir pensando con todas su fuerzas. — ¡Di algo, Andrew! ¡Suena a… a algo alegre! — Andrew parpadeó y dijo al final. — ¡Para los cumpleaños! — Se hizo un silencio y Amelia se levantó de la indignación. — ¡Hijo! ¿Hace cuánto que no prestas atención en Pascua? Si esa la cantamos aquí también… — ¿VES? ¡Era alegre! — Rosie parecía enfadada, pero Ada corrió a su lado y le cogió la mano. — ¡Pero hemos empatado! ¿A que sí, abuelos? Hemos ganado todos. — Lex se inclinó hacia adelante y les miró. — Uy sí, super Serpiente Cornuda va a ser. — El precioso gesto de Ada hizo que todos se levantaran y ovacionaran, incluidos Seamus y Arnie llenos de puré de patata, carne picada y guisantes. Alice sonrió y dijo. — Cada uno enseña lo que puede. Yo divierto, tú impresionas, y los huffies nos regalan corazón. —

MARCUS

Estaba absolutamente feliz y con la adrenalina por las nubes. Recibieron las ovaciones encantados (bueno, él más que Lex, que recuperaba rápidamente su timidez habitual) y bajaron del escenario para recibir el veredicto del jurado. Lawrence, hinchado de orgullo, había abierto la boca para hablar, pero su hermano le interrumpió. — A esto lo llamo yo una buena exhibición de dos hermanos Slytherin. — Clamó Cletus, haciendo que el otro cerrara la boca y le mirara con inquina infantil. Amelia soltó un jadeo impresionado. — ¡Qué maravilla! Es increíble lo talentosos que sois. — LUEGO ES QUE TIENE FAVORITISMO UNA. — Molly vivía con la indignación tras la oreja, pero al menos era para bien. La que soltó una risita fue Maeve. — ¿A que sí, Amelia? Si hubiera conocido una a estos buenos mozos irlandeses de joven... — ¡Mujer! — Se azoró Frankie, retirando discretamente del alcance de Maeve la pinta que ya estaba casi acabada, mientras Molly y Cletus se unían a las risas y Lawrence negaba con la cabeza. — Ha sido toda una exhibición de talento, chicos, y una demostración de que somos diversos y de que la habilidad se puede reflejar de muchas formas. Enhorabuena. — Recondujo su abuelo justo cuando Alice aparecía por allí con las flores. — ¡Gracias! Es precioso, mi amor. — Oliendo el aroma de las flores estaba cuando su hermano empezó a hablar y solo pudo reír. — Y por eso la exhibición no incluía demostrar conocimientos sobre herbología. — ¡Pues me parece fatal! ¡A ver si os voy a restar puntos! — Se indignó Molly, a lo que Lex puso cara espantada. — ¡Abuela! No vale, esto está ya fuera de concurso. — Pero ya se fueron a sentarse, que el concurso no había terminado.

No quería imaginarse en lo que podía desembocar el siguiente grupo, pero tenía que reconocer que había sido mucho menos caótico y estrafalario de lo que había predicho. Se rio muchísimo con la exhibición, aplaudió a todos los aciertos y, junto a Alice y Lex, intentaba por lo bajo acertar todas las preguntas. — Yo me hubiera llevado premio en los dos equipos. — Dijo cómicamente, orgulloso. Lo de Andrew equivocándose más que los niños le tenía muerto de risa, aunque temió el enfado de los de su equipo (de Rosie, más bien, porque Seamus estaba a otras cosas) si perdían. Menos mal que tenían a Ada allí. — ¡Oye! ¿Insinúas que los Ravenclaw, o los Serpiente Cornuda en ese caso, no pueden tener buen corazón y compartir sus premios? — Le dijo a Lex, quien le miró con los ojos entornados. Marcus se hizo el digno. — Que sepas que conozco Hufflepuffs muy competitivos. —

— Ha sido una maravilla poder veros a todos formando tan buenos equipos. — Valoró Frankie. — Y me gustaría dar una enhorabuena especial a los dos capitanes. — A pesar de que algunos no reconozcan las canciones de Pascua... — Lanzó Amelia el tirito, ante lo que Andrew se encogió de hombros, pero Frankie continuó. — Gracias a chicos como vosotros, los más pequeños tienen un referente. Enhorabuena. Y gracias, porque no sabéis lo importante que es para nosotros que nuestra familia sepa de nuestros dos hogares: el que nos vio nacer, y el que nos acogió. — Se notaba a la legua que Fergus trataba de contener la emoción, mientras los demás daban saltos de alegría y volvían a su sitio.

— ¡Última exhibición! — Clamó Maeve como voz anunciadora, y al escenario salieron, perfectamente conjuntados con unos preciosos trajes tradicionales irlandeses, Frankie Junior y Nancy. Fergus, que justo se estaba sentando, chistó con fastidio. — ¿¿Pero por qué le queda todo bien?? ¿Eso cuenta como talento? ¿Esa es la exhibición, simplemente salir ahí y posar? — Marcus, Lex y Alice rieron por lo bajo con la indignación del chico. — ¡Buenas noches, familia irlandesa y americana! — Saludó Frankie, y Nancy retomó la palabra. — Esta es una noche muy especial, llena de tradición. Como antropóloga, me emociona particularmente. Sabéis lo importante que las tradiciones son para mí, pero hay otra cosa que me encanta: la música. Desde hace siglos, cantar ha sido el mejor regalo que alguien que quería honrar y entretener a su familia o anfitriones podía dar. Ha sido una manera de contar historias, de transmitirlas, y de expresar cómo nos sentimos. — Miró con emoción a Eillish y Arthur. — Mis padres, aprovechando este apellido tan irlandés que tenemos, me pusieron Nancy como nombre, haciendo que toda la vida me sintiera como la protagonista de la canción irlandesa: Nancy Mulligan. No sé cuántas veces mi padre me la ha cantado y yo la he bailado, sintiéndome feliz, sintiéndome un personaje de una canción que mi pueblo ha cantado durante generaciones. En el fondo, ellos querían que fuera antropóloga. — Hubo risas emocionadas entre el público. — Quería regalaros esta canción, con todo mi corazón. Pero este año, además, cuento con un compañero excepcional. — Frankie sonrió ampliamente, sacó pecho y habló de nuevo. — Siempre me ha encantado la música, aunque no soy el mejor cantante del mundo, pero sé poner diferentes voces. Lo hacía mucho en el colegio y a la gente le encantaba. He oído tanto a la abuela Maeve y al abuelo Frankie cantar esta canción, que cuando llegué a Irlanda y conocí a Nancy, pensé: "¿¿Es esto cierto?? ¿Estoy ante Nancy Mulligan de verdad?" — Nancy soltó una risita, y Lex, lentamente y con la sorna dibujada en la sonrisa, se inclinó a ellos y les dijo. — Confirmo que fue eso lo primero que pensó. — Marcus le miró con sospecha, viendo cómo volvía a su sitio riendo entre dientes. Ya, era ironía. Prefería no saber más. — Así que, familia. — Continuó Frankie. — Esta es nuestra aportación para este concurso, y va dedicada, aprovechando que nos toca cerrar, a todos vosotros. Nollaig Shona! — Todos aplaudieron y una musiquita alegre comenzó a sonar. Daba gusto verles, y en apenas segundos todos estaban tocando las palmas al compás de la música, siguiendo la historia de la canción.

I was twenty-four years old

When I met the woman I would call my own

Twenty-two grand kids now growing old

In that house that your brother bought ya

Los abuelos se habían levantado de sus mesas y tocaban las palmas, bailando entre ellos, emocionados. Pronto, todo el público estaba de pie, los niños saltaban y algunos adultos seguían la letra de la canción. Marcus también estaba tocando las palmas, pero en un momento determinado, con mucha suavidad y cariño, Allison le tomó de las manos e hizo un bailecito con él, divertida, y sin duda bajándole el ritmo. No, su talento no era el oído, ya estaba él notando que la gente se le alejaba como quien no quería la cosa mientras tocaba las palmas. El estribillo fue coreado por todo el mundo, mientras los del dúo animaban a ello.

She and I went on the run

Don't care about religion

I'm gonna marry the woman I love

Down by the Wexford border

She was Nancy Mulligan

And I was William Sheeran

She took my name and then we were one

Down by the Wexford border

Y, llegado a cierto punto de la canción, Frankie empezó a hacer cambios de voces que le daban un toque distinto a la canción y que encantó en el público, porque las ovaciones subieron. Nancy movía su vestido, y a medida que avanzaba la canción se veían destellos verdes con cada movimiento de la tela, que fueron a más conforme esta iba llegando a su fin, convirtiéndose en una nube de brillos verdes al llegar el último estribillo. Cuando la canción terminó, el clamor popular hizo temblar el bar. Marcus estaba tan centrado en la emoción del momento y en lo que le encantaba la canción que pasó por alto las miraditas de coqueteo de los dos componentes de la pareja que, dicho fuera de paso, estaban cantando una canción de amor que traspasaba fronteras e impedimentos. Marcus, una vez más, no viendo lo que no estaba en sus narices simplemente porque no le interesaba hacerlo.

Nada más bajaron del escenario, todos los miembros del jurado fueron a abrazarles. — Ha sido absolutamente precioso. — Aseguró Maeve, emocionada. — Hija, qué bien te pusieron el nombre. — Insistió Cletus, porque seguro que esa no era la primera vez que hacía una afirmación similar. Frankie y Nancy fueron a sentarse y el jurado habló para todos. — ¡Bueno! Es el momento de las exhibiciones de talento fuera de concurso para aquellos que quieran seguir entreteniendo a la familia. Nosotros aprovecharemos el momento para la deliberación. —

ALICE

Como la abuela Molly recalcaba, sin favoritismos, pero Alice veía muy posible que Marcus y Lex ganaran con lo que habían hecho. Obviamente, Andrew y los chicos habían sido muy tiernos y entregados, pero… Pero nada, no había contado con la parejita de moda. Vamos, es que si le hacen jurarlo hace un mes, hubiera dicho que Nancy, la hija de las estrellas, la antropóloga, nunca hubiera caído en un tío como Frankie. Porque esa carita y esas sonrisas eran de haber caído. Y más con la canción que iban a cantar.

Y misteriosamente, la cantaron, no bien, espectacular. El vestido de Nancy parecía sacado de un sueño, y el deleite con el que Frankie la miraba y le cantaba lo hacía todo extremadamente encantador. Igual que los demás, no pudo evitar levantarse y ponerse a bailar, tirando de Lex, que estaba reticente, aunque tuvo que ponerse de puntillas para bailar con él. Cuando por fin Allison soltó a su novio, se volvió hacia él y se dejó caer entre sus brazos con una sonrisa, apoyándose en su pecho y mirándole. — Yo también me escaparía contigo a donde pudiéramos estar juntos para siempre. — Y dejó un besito en sus labios. Luego se acercó y susurró. — Me ha dado un poco de miedito eso que has hecho en la actuación, pero bueno, te lo voy a perdonar porque has estado tremendamente sexy. — Y ya se separó para escuchar lo que decían los abuelos.

La verdad es que había sido precioso y emotivo, y a esas alturas, Alice tenía claro que ellas no tenían ninguna posibilidad de ganar. Ginny se acercó a donde estaban y les tendió una pinta a Siobhán y a ella y dijo. — Brindemos, hermanas, por la no-victoria. — Alice se rio y Siobhán bebió, poniendo mal gesto. — Oye, podemos acceder a podio. — Y a mí me parece un talento increíble saber tanto de los gemelos y preparar cocteles a la vez. Tira la teoría del abuelo de que cuando estás en el taller hay que estar en el taller. — Le ofreció de su pinta a Marcus, porque siempre eran demasiado grandes para ella, mientras charlaban y comentaban las actuaciones. — Es que nuestro hermano vaya desastre, y dice que quiere tener un montón de niños y llenar el faro, y no puede ni controlar a Seamus y el bebé, no te lo pierdas. — Decía Ginny. — Hombre, pero ha estado tierno. — Apuntó Lex. — Tú calla, estrella internacional, deberían haberte prohibido volar si estás federado, no se vale. — Tú has hecho cócteles, prima. — Le respondió con una sonrisa Slytherin. — ¡Y no ganaré aun así! —

Ruairi y Niamh habían hecho una pequeña representación de ilusionismo en la que parecían que se robaban partes del cuerpo el uno al otro, que por lo visto habían patentado años atrás para entretener a los gemelos, y que había captado más al público infantil que a ellos, que seguían charlando, pero de repente se hizo un murmullo. — ¿Ya tienen el fallo? — Preguntó Ginny, como si le fuera la vida en ello. Pero no, Ciarán había subido al escenario con carita de corderito y carraspeó. — Hola, O’Donnells. Bueno, y Laceys, claro. Hola. — ¿Este quién es? — Oyó que preguntaba Cillian a Saoirse. — Soy Ciarán, y Wendy me ha invitado a venir… — Acabáramos… — Susurró el padre de la susodicha, llevándose la mano a la cara. — Pero no me había comentado que se podían hacer cosas fuera de concurso, y bueno, al ver a Nancy y Frankie me he inspirado y… Mi madre siempre me dijo que cuando conociera una buena chica, una chica que te gustaría que fuera tu mujer, le cantara Heather on the hill, así que allá voy. — Lex agarró a Ginny justo a tiempo de que no se levantara e hiciera una declaración, y se sentó a regañadientes, poniendo muchas caras como hacía ella. — Mira que tengo dicho que nada de proposiciones ni peticiones en mi pub. Oye, pues nada. ¿Querrá venir el Fitzgerald ahora a batirse en duelo con Junior o qué? Me tienen frita vamos, no saben divertirse sin dar un espectáculo romántico. — Justo llegaron Andrew y Allison, que habían desaparecido convenientemente dejando al bebé con Nora. — ¡Anda! ¿Ese no es Ciarán? Que va a cantar el tío. — ¡Aaaaay! Heather on the hill, qué romántico. — Ginny entornó los ojos y resopló. — Qué cansinos son… —

La letra ciertamente era preciosa (igual un poquito romanticona de más) pero el chico la estaba cantando con tanto sentimiento, que ella se limitó a apoyar la cabeza en el hombro de Marcus mientras bebían de la pinta y Ciarán cantaba

She is stunning, she is pretty, she's as warm as amber whisky

And as bonny as a heather on the hill

She was dancing by the fire as a piper played a tune

She wrapped her arms around me, and she asked, "Are you my groom?"

A dram of amber whisky and a twinkle in her eye

We danced beneath the Caledonia sky

Siobhán resopló también y se apoyó sobre su hermana. — De verdad, estas demostraciones públicas de amor en realidad son una medida de presión patriarcal disfrazadas de bomba de amor. — Alice sonrió. — En Hogwarts he visto barrabasadas muy públicas y un tanto absurdas… — Señaló a Wendy que estaba al borde del escenario, mirando a Ciarán con los ojazos abiertos a tope y las manos entrelazadas. — Lo que no había visto era a alguien tan entregado como tu prima al otro lado. — Y Siobhán tuvo que reírse y brindar. — A la salud de ese soldado, que igual esta noche hasta triunfa. —

MARCUS

Recogió a Alice en sus brazos y sonrió. — Y yo. — Aunque prefería no ponerse en el supuesto de que el padre de la chica a la que amaba dijera que no y tuvieran que huir, con lo protocolario que él era. Se buscaría las mañas para que le dieran el sí finalmente. Ante el susurro, puso sonrisa ladina, arqueó una ceja y afirmó. — Emoción controlada. Lo teníamos todo perfectamente atado. — Se acercó a su oído para decir con tono de confesión. — Si quieres, por ser tan buen hada del jabón, luego te cuento un secreto. —

Al finalizar las actuaciones se armó un pequeño barullo en el que los lugares se fueron intercambiando mientras todos comentaban con todos, por lo que Marcus aprovechó para acercarse por la espalda a Pod y a Maeve y hacerles cosquillas a ambos. — ¿Qué se siente cuando se tienen tantas papeletas para ser los futuros ganadores? — Ambos cortaron de golpe las carcajadas por las risas y le miraron como si se hubiera vuelto loco. — ¡Qué dices, Marcus! Lo vuestro ha sido impresionante, vais a ganar. — ¡Eso! Yo quiero saber tantos hechizos como tú. Aunque me daría miedo lanzárselos a alguien tan fuerte y rápido como Lex. — Dijeron Maeve y Pod respectivamente. Marcus hizo un gesto con la mano y dijo. — Ya veremos qué pasa. Pero que sepáis que sois mis ganadores. — Y ambos se ruborizaron e intercambiaron risitas.

Atendió a las exhibiciones fuera de concurso, disfrutando mucho, pero definitivamente no se vio venir lo de Ciáran. — Hermano. — Le dijo a Lex mientras se retrepaba como un señor en la silla, pinta en mano. — Empiezo a ver altamente probable que asistamos a una pedida antes de que acabe la Navidad. Vete preparando. — Te pareces a Cletus. — Le devolvió el otro, y en respuesta, Marcus miró a la mesa del jurado y esperó a cruzar la mirada con el mencionado para alzar la pinta, gesto que el hombre devolvió, y dar ambos un trago como si hubieran brindado en la distancia. — Para. Va a parecer que estamos comprando al jurado. — Nuestros abuelos están en el jurado, Lex. Esa sospecha ya pesa sobre nosotros. — Dijo con suficiencia, y ya sí, atendió al chico que acababa de subir al escenario. Dejó la superioridad a un lado cuando empezó la canción, porque atacó de lleno a su corazón romántico medieval. Se llevó una mano al pecho y miró a Alice. — Mi amor, de haberlo sabido, me hubiera declarado así. Aún estoy a tiempo de hacerlo para nuestro aniversario si quieres. — La afirmación iba medio en broma medio en serio, si Alice se lo pedía, lo hacía encantado y perfectamente convencido. Por supuesto, lo había dicho antes del alegato de Siobhán, el cual ignoró por completo porque estaba casi tan hipnotizado como Wendy por la canción. Miró a los demás genuinamente sorprendido. — ¡Pero qué bien canta! ¿Lo habéis oído? — Lo oímos, sí, lo oímos. — Respondió Ginny, toda resignación. Marcus alzó el brazo libre y lo dejó caer. — Si llega a estar dentro de concurso, gana. — Mira que eres pasteloso. Te tendría en el bote de ser una tía. — ¡Y a mucha honra! Es una canción de amor preciosa y que esconde sin duda muy buenos deseos... — Se empezaron a escuchar risas bastante maleducadas a su costa que ignoró para seguir con su discurso. — ...De amor sincero hacia la mujer a la que amas. — Que sí, Marcus. — ¡Se lo decía su madre! — Esgrimió como argumento irrefutable de buena voluntad. — Yo estoy con él. — Y empezó, digno, a tocar las palmas al son de la canción para dar su apoyo desde allí... Bueno, o lo que él consideraba el son de la canción, porque se volvió a generar una órbita vacía a su alrededor por la disonancia musical que debía estar provocando en los oídos de quienes le escuchaban.

Cuando acabó se levantó y animó con aplausos y vítores. Iba a dar al chico la enhorabuena, pero se quedó hablando con Wendy, y no sería él quien interrumpiera el inicio de una preciosa historia de amor que contar el día de mañana a los hijos de la pareja cuando repitieran una Nochebuena irlandesa. Para su sorpresa, los siguientes en salir fueron Emma y Arnold, y boquiabiertos e ilusionados asistieron a un espectáculo de elegancia y pericia mágica compenetrada por parte de ambos, con hechizos vistosos tanto para los más pequeños como para los adultos. Le dolían las manos de aplaudir. — ¡Familia! ¡Tenemos veredicto! — Y fue terminar la frase Lawrence y sonar, cómico y sobresaltando a todo el mundo por lo improvisto, una trompetilla en manos de un encantamiento de leprechaun que parecía celebrar una victoria antes de tiempo. El jurado miró estupefacto a Amelia, que rio traviesa. — Ay, es que me encanta hacerlo, es monísimo. — Maeve rio con ella, pero los demás suspiraron y volvieron a lo que estaban narrando. — Queremos que sepáis que ha sido una competición preciosa, y que nos emociona sobremanera ver todo el trabajo e ilusión que hay detrás. Nuestra más sincera enhorabuena a todos los participantes. Nos ha costado muchísimo decidir pero ahí va el podio de ganadores. — Dicho lo cual, emergió un pequeño podio verde esmeralda en el centro del escenario.

— Recordamos que el mínimo de puntos que puede obtenerse es de veinticuatro puntos, aunque no ha sido el caso de ninguno, insistimos que ha estado muy reñida la final; la puntuación máxima es de sesenta puntos. — Finalizó Lawrence, tras lo cual, Cletus se ajustó las gafas y tomó la palabra. — Por el impresionante desempeño de varias disciplinas mágicas de manera simultánea, la sincronía familiar que ambos han mostrado y, por qué no valorarlo también, el nivel de riesgo añadido perfectamente gestionado, concedemos el tercer puesto de este concurso, con una puntuación de cincuenta y un puntos, el equipo de los hermanos O'Donnell: Marcus y Lex. — Los mencionados se miraron impactados el uno al otro y, entre felices carcajadas, dieron un salto del asiento, se abrazaron y subieron entre ovaciones al escenario, colocándose en el tercer puesto (no sin que antes Marcus le diera mil besos a Alice en las manos). Tomó la palabra, ahora, Maeve. — Por haber demostrado también una compenetración perfecta a pesar de acabar de conocerse, demostrando que no hay fronteras para este hogar, que Irlanda se lleva en la piel y en el corazón, y despertando nuestros mejores recuerdos a quienes por amor hemos hecho lo necesario, el segundo puesto es, con un total de cincuenta y tres puntos, para el dúo musical formado por Frankie Junior y la famosísima protagonista de la canción, Nancy Mulligan. — Más aplausos y ovaciones y ambos, felices y sorprendidos (Frankie no tanto, parecía dar por hecho que estaría en un lugar entre los ganadores) subieron victoriosos, abrazándose a ellos cuando llegaron y colocándose en el segundo escalón.

— Se me ha concedido el honor de dar el nombre de los ganadores. — Dijo Molly, cargada de emoción pero con voz sosegada. — Como hemos dicho, todos habéis estado fantásticos, pero el jurado estaba bastante de acuerdo en quién debía llevarse el primer premio. Con un total de cincuenta y siete puntos, por haber demostrado que el talento tiene muchas versiones, que podemos ver más allá de lo que ven nuestros ojos, con los ojos del corazón, y con la claridad de la mente de un niño, solo por escuchar con interés al otro. Por tanta ternura y tanto talento, los ganadores de este concurso de Navidad son... ¡El cuentacuentos animado! ¡Pod y Maeve! — Todos se pusieron de pie, incluso los cuatro que ya estaban en el podio saltaron y ovacionaron. Pod no sabía ni dónde meterse, desconcertado, preguntándose si realmente era él el ganador, y Maeve estaba un poco igual, aunque ella tardó menos en captar la realidad y empezó a llorar, siendo abrazada por todos a su alrededor. Subieron entre aplausos y los cuatro de arriba les recibieron con abrazos, y Frankie Junior subió a Pod a hombros, que aplaudía y celebraba el triunfo de su vida. Frankie fue quien subió al escenario para dar un pequeño leprechaun de chocolate a los cuatro que habían quedado en los puestos segundo y tercero, y un leprechaun también de chocolate pero de tamaño enorme a cada uno de los ganadores. — Enhorabuena, chicos. Y gracias. —

ALICE

Sonrió con cariño a Marcus y le acarició la mejilla con una sonrisa tierna. — No, mi vida, si tú eres el rey de las declaraciones, seguro que se te ocurre otra cosa mejor. — Lex se empezó a partir de risa abiertamente, y Ginny y Siobhán estaban prácticamente escondidas detrás de las pintas. Allison se inclinó hacia delante, con un aspecto pensativo. — Mira, quizá la poesía, tienes pinta de recitar muy bien, Marcus. — Sí que le gusta la poesía. Si se la enseño yo. — Remató, dándole con el dedo en la mejilla y guiñándole un ojo. — ¿Ves, cariño? Te dije que los Ravenclaw ligan así. — Les picó Andrew. Llovieron unas cuantas burlas a Marcus, pero ella también puso carita de adorabilidad. — Ay, Gin, por favor, que el chico es todo cuqui. — Tú no conoces a mi prima. Es la pesada mayor del reino con el amor, de verdad, en Hogwarts era desesperante. — Está muy contaminada por el amor romántico de las novelas rosas y las cancioncitas como esta, y ella es tan tierna que al final… — Final o principio, allá va la otra. — Señaló Alice, justo antes de levantarse a aplaudir a los demás. Y ya sí, por fin, el jurado tenía el fallo.

Le encantaba ver a todos tan entregados (el espectáculo de sus suegros habría ganado de estar dentro de concurso, es que le parecía increíble que Emma se prestara a eso) y estaba entusiasmada por saber las puntuaciones, le recordaba a las gymkanas y los juegos de Hogwarts, y eso le hacía sentirse feliz y un poco más despreocupada de otros males. En cuanto oyó que Marcus y Lex estaban en el podio, saltó y aplaudió, antes de dejar que su novio la besuqueara mientras ella le gritaba que era el mejor. El segundo puesto se lo llevaron los tortolitos folclóricos, y no le extrañaba, porque habían emocionado a todo el mundo, los abuelos estaban completamente cautivados con ellos, y sabía Merlín cuándo volverían a juntarse después de que Frankie se fuera, dentro de seis días. Se inclinó hacia Allison y les señaló. — Eso va a ser una opereta italiana cuando los americanos se vuelvan. — La chica se encogió de hombros. — Bueno, o no. Quién sabe. Igual Frankie se queda por ella. — Alice alzó una ceja. — No lo creo. Así de la noche a la mañana… — Yo lo hice. — Contestó la chica con una sonrisilla. — Pues también es verdad… — Eso sí que iba a ser una campanada si pasaba.

Obviamente, los ganadores fueron Maeve y Pod. Lo que dos chicos tan pequeños, que se conocían de hacía tres días, pero que en ese tiempo habían sabido asimilar y transmitir la riqueza cultural de la familia, era digno de premio y admiración. — ¡Viva mi niña arquitecta! ¡Y mi niño cuentacuentos! — Gritó Alice, saludando a ambos ganadores y tirándoles besos. Luego se acercó a Arnie y le rodeó los hombros. — Bronce para tus niños. Y oro daría yo a mis suegros, no sabía que tenían tantos talentos ocultos. — Dijo mirando a Emma también, que puso una sonrisa de orgullo más expresiva que de costumbre. — ¡Vivi! Ponme seis cócteles de esos que me has hecho antes. — ¡Marchando un prefecta de Slytherin! — Contestó su tía desde la barra, donde se había metido probablemente por orden de su gemela irlandesa. Ah, era eso, que Emma llevaba, por lo menos, un cóctel encima. Llegó su tía con los cócteles verdes con una serpiente negra enroscada en el borde de la copa. — ¿Y este invento? — Es que la prefecta estaba un poco vacilante sobre si subir o no y la hemos animado. ¡Hombre! ¡Medallistas de bronce aquí con nosotros! Tomad, invita vuestra madre. — Y puso un cóctel en cada mano de los hermanos, que acababan de llegar. — ¿Para quién es el sexto? — Para ti. — Contestó Emma dando unas palmaditas a su tía sobre la cabeza como si fuera un perrillo ante la mirada atónita de todos. — Por creadora. ¡A ver! ¡Chin chin! ¡Por mis hijos, que han hecho un concurso espectacular, a la par que ciertamente peligroso, pero bueno! ¡Por mi marido que es un gran compañero para todo! ¡Y por mis Gallia, que hacen la vida más divertida! — Y tras semejante brindis, chocó la copa y ni se esperó a los demás para pegarle un trago. — ¡Pero mamá! ¡Que esto lleva alcohol! — ¡Ay, Alexander, hijo mío! Tú pruébalo, que no va a venir el entrenador al patio trasero de Irlanda el día Navidad a decirte nada. Sabe enteramente a Slytherin. — Vivi le dio un codazo a Emma. — Ostras, pues el cura sí que ha venido. Qué envarada te has puesto. — Y a las dos les dio una risa de colegiala que a Alice la dejó atónita. — Pues también es verdad, vaya papelón. — Y claro, ya se tuvieron que reír todos, porque para eso estaba aquella reunión, la Navidad e Irlanda.

MARCUS

Llegó feliz y contento hacia donde estaban Alice y sus padres, y Arnold le recibió con los brazos abiertos. Tras el abrazo con él, escuchó a Vivi bramar algo y se vio rápidamente con una copa muy elegante y con muy buena pinta en la mano. Iba a mirar azorado a su madre, pero resultaba que ella no solo tenía otra igual, sino que parecía bastante... ¿contenta? ¿Achispada? Un momento, ¿¿Emma O'Donnell achispada?? — Eemm... — Balbuceó, confuso, viendo a su madre tan confiada y divertida ni más ni menos que con Violet. Se intercambió una mirada con Lex, y mientras que él se aguantaba la risa, Lex parecía hasta asustado. — ¡Chin chin! — Contestó, alucinado y brindando, contemplando anonadado la escena. Casi se atraganta y lanza el trago por los aires ante la conversación entre Lex y su madre, y tuvo que taparse la boca para reír con ganas. — Estoy viendo visiones. — Dijo mientras se secaba las lágrimas de la risa, y solo de la cara que le devolvió su padre se rio aún más.

Tardó un buen rato en que se le pasara, transcurrido el cual se fueron dispersando de nuevo e intercambiando los grupos. Él aprovechó para apartarse un poco con su novia. — Hola, hada del jabón. Que sepas que he visto tu espectáculo entero, aunque te estoy viendo mucho menos de lo que querría. Al menos a solas. — Cortó un trocito del leprechaun de chocolate y se lo dio. — Para el hada más dulce que he visto. Lo cual tiene mérito teniendo en cuenta que competías con Brando en tu propio equipo. — Antes de que ella tomara el chocolate de su mano, lo retiró, divertido, para añadir. — ¡Hada del jabón! No hada de los dulces. Aunque dulce igualmente. — Rio, él también iba un poco achispadillo entre la pinta y el cóctel. Acercó el trocito de chocolate a ella para dárselo directamente en la boca, tras lo cual dejó un besito en su mejilla. — Oye ¿qué lleva el cóctel de tu tía? Da igual, no lo quiero saber. — Le dio otro sorbo, paladeó y lo miró, ceñudo. — Sabe a Slytherin. — Repitió sus acciones de forma idéntica. — Si le hiciera una separación, lo averiguaría. Pero supongo que eso no tendría gracia. Debería poder adivinarlo con el paladar. — Y fue a repetirse por tercera vez, pero antes de llevarse la copa a los labios, miró a Alice y alzó un índice. — Estoy investigando. — Y, ya sí, repitió. Tras el correspondiente paladeo, dijo. — Nada. No tengo ni idea. —

Igualmente seguía reflexivo, pero su reflexión se vio interrumpida por Sandy y Sophia viniendo contoneándose, cogidas de las manos y cantando (berreando, más bien) uno de los villancicos de la exhibición. Sus vestidos ya no cambiaban con tanta maestría como cuando salieron al escenario. — “¡¡Oooohhh me haces sentir en Navidaaaad!!” ¡¡Uuuuuuuhh!! ¡¡PRIMA ALIIIIIIIIIICE ÚNETEEEEE!! “¡¡DULCES CAMPANAS QUE SUENAN!!” — Y, claramente sin esperar el permiso de la aludida, empezaron a intentar hacerla bailar. Marcus las miraba y se sonreía hasta que algo parecido a unas pinzas de cangrejo gigante le pincharon las costillas y le hicieron retorcerse entero como si se le hubieran derretido las piernas. — ¡El tío que explota cosas en mitad del bar! — Le chilló Andrew, carcajeando, mientras Marcus recuperaba el resuello y la postura. — No le has visto la cara a mi hermana. No te has comido la Bombarda de puro milagro. — ¡Estaba todo contro...! — “NAVIDAAAAAAAAAAAAAAAD.” — Le chillaron Sandy y Sophia una a cada oreja, por la espalda, haciéndole dar un buen sobresalto. — ¡¡Oye!! ¡Dejad de darme sustos, habladme a la cara! — ¡Eso! Que si no os explota y el hermano os pega con un bate. — Bromeó Andrew. — “¡Mi amor en Navidad me regaló!” ¿Cómo era? ¡¡Dos perdices!! — Llegó Allison canturreando, con Brando en un brazo y Arnie en otro como quien porta dos sacos, con los niños desternillados y dando bailecitos y girando, y cantando otra canción distinta a la de las chicas (y cantándola mal, encima, porque esa letra no era). — Cuidado, que esa Arnie se la sabe, a ver si te va a corregir. — Bromeó Marcus.

ALICE

La mejor parte de que sus suegros y su tía estuvieran dándole a aquel cóctel era que podían despreocuparse (al menos de que empezaran a pelearse, aunque alguien debería controlar cuántas de esas bombas se bebían) y podían dedicarse a tontear, que era algo muy de ellos. — Hola, alquimista peligroso que tiene las emociones muy controladas. — Contestó, siguiéndole el rollo y agarrándose a su cintura. Se rio con el jueguecito del chocolate y puso una sonrisa traviesa. — Ya fui hada de los dulces una vez… Y esa vez me moría yo de ganas de besarte ¿sabes?... — Se comió el trocito pasando un poco los labios por los dedos de Marcus. Entornó los ojos a su pregunta. — ¿Y quién lo sabe? Ciertamente es mejor no tener detalles, ha conseguido un tono demasiado verde… — Eso sí, se rio fuertemente a lo de la separación. — Supongo que si ni siquiera estás en el taller, no hay que estar tan concentrado… — Luego bajó la voz y miró a los lados. — Que no me oiga el abuelo, eh. — Observó cómo su novio bebió de nuevo el cóctel y ella cogió la serpientilla, comiéndosela. — De entrada, se nota que llevan algo fuerte, porque, mi amor, tú justamente conoces muy bien el regaliz gracias a los gustos de tu hermano, y ni te lo has olido. — En el fondo, se había comido la serpiente por hacer la gracia y ni le gustaban los regalices, así que puso una cara un poco rara y bebió otro poquito. Uy, eso se subía con un peligro…

No tanto como el que traían las primas Lacey desde luego. Si se lo llegan a hacer jurar… No hubiera jurado tampoco que su suegra iba a beber con su tata, que Marcus haría una Bombarda en interior o que Nancy, la antropóloga, caería ante los encantos de un Gryffindor de manual, así que solo le salía decir “¿por qué no?”, y se unió al huracán de primas que la arrastró al baile frenético. Se hacían bailar entre las tres, cantando a pleno pulmón, bailando y disfrutando como locas. Le pareció que de fondo oía a alguien cantar los Doce días de Navidad, o igual es que ya le fallaba el cerebro y repetía las cosas, pero ahí estaba, de risas, con las primas, mientras Sandy decía. — ¿Creéis que Ginny nos dejará hacer un concurso de míster Galway? Y elegimos, como una barra libre. — Yo estoy cogida. — Pues tú de jueza, con las casadas, y nosotras eligiendo. — Aportó Sophia, haciéndola girar sobre sí misma.

Estaba a tope con el baile, cuando vio que los abuelos se subían al escenario. Esta vez fue Cletus el que se hizo el hechizo de voz, asistido por Amelia. — ¡Familia! ¡Un segundito! — Todos se giraron y el ruido se aplacó. — Primero todo. Id trayendo a los pequeñajos, que nosotros vamos a seguir la fiesta en casa. — Dijo guiñando muy descaradamente. Cómo sabía cómo ganarse a los niños, y a todo el mundo, porque era completamente Slytherin. — Y segundo… nos habéis hecho muy felices. Estos seis viejos solo pedían volver a estar juntos en su pueblo y ver que sus descendientes les superan en talentos. Gracias, chicos. — Los niños habían llegado ya, los bebés en brazos de las abuelas y los pequeños sobre el escenario, con Maeve y Pod de la mano en medio, orgullosos de su premio. Amelia los rodeó y se puso el hechizo. — Y ahora… para cerrar este concurso como Nuada manda… decid adiós, chicos. Y recordad que mañana tenemos un día de San Esteban así que… no os paséis. — Y entre una nube verde con estrellitas doradas y plateadas, todos desaparecieron. — ¡Qué le gusta a mamá el efectismo! — Comentó Cillian mientras se ponía el abrigo. — ¡Eh, eh, eh! ¡Tío Cillian! ¿Dónde crees que vas? — El hombre rio. — Ginny, hija, tú sabes que… — ¡Maaaaamiiiii! ¿A que tú sí que te quedas? — Saltó Martha de repente sobre Saoirse. — ¡Ay! ¡Pues sí! Claro, mi niña, si tú quieres. Que no es normal verte tan entregada. — Pero, mujer… — ¡Ni pero ni nada! — ¡Que nosotros ya somos abuelos! — ¡CILLIAN CILLIAN CILLIAN! — Animaban los chicos. Frankie fue hasta él y lo levantó. — ¡VAMOS, CILLIAN! ¡VAMOS PARA EL ESCENARIO A QUE CUENTES UNOS CUANTOS CHISTES! — Alice estaba coreando, pero aprovechó y se acercó a su Marcus, saltando sobre un barril cercano para estar sentada y a su altura y acarició su cara hasta su barbilla. — ¿Por qué querías tú verme a solas, alquimista? — Se acercó a su oído y susurró. — Por ahí estaban hablando de hacer un concurso de míster Galway, pero no les he querido decir que míster Galway ya está aquí y pillado, no quería amargar a las pobres. —

MARCUS

Chasqueó la lengua. — Lo del tono demasiado verde no es una pista relevante. Violet está profundamente enamorada de... — ¡¡YO ME VOY ESTA NOCHE CON LAS NIÑAS!! — Justo, en mitad de su alegato, pasó la mencionada por allí enganchada al tren de las que iban cantando, pero él hizo que no lo escuchaba y siguió. — ...Mi tía Erin, que es irlandesa de corazón. — Y menos mal que no se giró para ver la cara de repulsa absoluta que Erin estaba poniendo justo en ese momento después de darle un trago a una pinta. Entre la una y la otra le iban a tirar el argumento al suelo. — Así que se habrá inspirado en ella para invocar el verde del cóctel. — Se encogió de hombros. — Tú lo hiciste con el licor de espino de mis abuelos. Y era porque estabas enamorada de mí ¿no? Era por eso ¿no? Venga, di que era por eso. — Siguió tonteando, meloso. A la apreciación de Alice, volvió a hacer un chasqueo de la lengua, esta vez acompañado de un aspaviento exagerado. — ¡Pero eso no vale! La serpiente de regaliz la he visto, es un componente externo. — Él tenía su lógica mental perfectamente trazada.

Siguió paladeando el cóctel y bromeando con unos y otros mientras Alice bailaba con las chicas hasta que la aparición en el escenario de los abuelos una vez más hizo que la atención se centrara en ellos. — ¡Más premios! — Clamó Andrew, haciendo a Marcus y Lex desternillarse, pero lo que iban a decir provocó que los dos hermanos, que sin duda estaban ya bastante achispados, dijeran a coro un lastimero "nooooo" combinado con la risa que no cesaba. — Lo dicho, más premios. — Insistió Andrew, y Lex le dio un empujoncito de los suyos en el hombro que casi le desestabiliza. — Como que estás muy pendiente tú del niño, capullo. No lo has visto en toda la noche. — Pero sé que está aquí y mi yo responsable sufre de que le vaya a caer una pinta en la cara o algo. — Y nada, venga a reírse de una cosa que, de normal, escandalizaría a Marcus.

Hubiera querido despedirse de los que se iban, pero había mucha gente en medio que impedía el paso, y porque, de repente, desaparecieron en una nube estrellada que le hizo aplaudir y ovacionar fervorosamente. — ¡Reyes del concurso de talentos! — Proclamó. — No se me ocurre un cierre mejor. — Algunos es que se van sin menos efecto y claro... — Añadió Andrew, y Lex rio, pero Marcus, aunque también rio, más bien lo hizo por compromiso, porque no había pillado la broma. Se añadió otra sucesión de frases en torno a los brillos, los vestidos y las desapariciones que le pilló bebiendo y de la que no se enteró absolutamente de nada, estaba perdidísimo, y de repente oyó cómo coreaban a Cillian, por lo que se distrajo, y Andrew y Lex pararon la broma y siguieron el coreo aunque no fuera ni con ellos. Vale, se tenía que empezar a centrar, que iba a parecer tonto.

Y bien que se centró, pero en su Alice, que justo apareció por allí para colocarse en un barril a su lado, y ya sacó Marcus el galán que llevaba dentro a relucir para centrarse en ella y solo en ella. Parecía que el coreado Cillian estaba subiendo al escenario e iniciando una ronda de chistes, lo que le vino muy bien como distracción para los demás y él quedarse con su novia. — ¿Ah, sí? ¿Y dónde está? ¿Quién es? — Puso miradita interesante. — Yo creo que, si hicieran un míster Galway, lo suyo sería que hicieran miss Galway también. Aunque todos sepamos que ya hay ganadora de ese concurso. Igual te descalifican por competencia desleal. — Se encogió de hombros. — Lo siento, no podría hacer nada al respecto, soy muy legalista. — Hizo una floritura con la mano. — Sería más lógico que fueras... ninfa oficial del reino. Así como con una... — En el movimiento de la mano, se la había llevado al bolsillo y, con un movimiento por la espalda, lanzó el encantamiento que ya tenía resabido para hacer emerger una coronita de flores que se enroscó en la parte superior del pelo de Alice con delicadeza. — ...Ninfa de las flores de los bosques de Irlanda. Con sus espinos y todo. — Puso carita orgullosa. — No iba a ser el único en llevarme flores de premio. Qué bien te quedan. Qué guapa estás. — Así podía seguir toda la noche.

Entornó los ojos. Nadie estaba mirando, estaban la mayoría a los chistes de Cillian y otros bailando y bebiendo por ahí. — ¿Te ha parecido peligroso? — Preguntó, entornando los ojos, con una sonrisilla. Se acercó un poco. — ¿Te cuento un secreto? Pero no se lo digas a nadie. Y aquí hay mucha gente a la que poder decírselo. — Se acercó un poco más para decir con tono meloso y confidencial. — Parece que no escuchasteis bien mi introducción. Pasasteis algo por alto. — Chasqueó la lengua varias veces, negando. — No se puede ser tan poco atento, se os escapan las mejores... Dije que iba a mostrar mis habilidades en historia, invocaciones... hechizos sensoriales... — Puso exagerada cara confusa. — Un momento... No he llegado a hacer ningún hechizo sensorial ¿no? ¿O sí? ¿Podrías decir cuál ha sido? — Dejó el silencio flotante apenas un par de segundos y, tras estos, alzó la varita entre ellos y, con un movimiento sutil, empezó a sonar en sus oídos un piar de pajarito a un volumen muy bajo. Arqueó una ceja. — Antes de que me acuses de no confiar en los poderes de buscador de mi hermano. Sí que lo buscó y lo encontró, pero en la parte final del número, cuando todos estabais mirándome a mí al otro lado de la sala, distraídos. ¿Creías que iba a arriesgarme a que, con la cantidad de gente que hay aquí, alguien lo viera, lo señalara, y el número perdiera... su magia? Mejor haceros pensar que era tan veloz y diminuto (que lo era, ciertamente) que solo Lex había sido capaz de verlo. Pero que estar, estaba, porque lo estabais escuchando. — Se retiró un poco, guardando la varita y con la copa cerca de los labios, esbozados en una sonrisa ladina. — Ha estado muy bien el leprechaun de chocolate de premio. Aunque supongo que el cóctel Slytherin ha sido más apropiado. —

ALICE

Atendió, asintiendo despacio, al razonamiento de su novio, contestando al momento. — Claro, mi amor, yo solo podía pensar en tus ojos. Pero igual tu tía es el color y casa contraria al verde Slytherin, ¿no crees? — Vaya la risa tonta que traían, y con tanto acercamiento, caía algún piquito, algún besito… También le dio la risa con todo aquello de miss y míster Galway, sintiéndose como cuando tonteaban en las fiestas de Hogwarts.

Ahora, cuando hizo aquel hechizo de la coronita, abrió los ojos y la boca como una niña chica, incluso hizo un bailecito de alegría sin moverse del barril. — ¡Qué bonito, mi amor! ¡Cómo sabes que me gustan las flores! — Como si fueran las primeras que le hacían. Se dejó poner la coronita y dijo orgullosa. — Ahora soy tu princesa de la Navidad, ¿a que sí? — Pero es que su novio todavía podía ser más sexy. Le oiría hablar del número toda la noche, y a cada detalle que dejaba caer con aquella voz tan invitadora, ella iba poniendo caras, para que viera que tenía toda su atención. — Diablillo, me has engañado. A mí y a todos, como en un espectáculo de esos que hacen los muggles. — Se rio y le dio en la nariz y luego dejó un piquito en sus labios. — Yo estaba ciertamente distraída… Por míster Galway, que es demasiado guapo para ir por ahí suelto… —

— ¡SOOOOBRIIIII! — Exclamó su tía, interrumpiéndoles. — ¿Ahora qué? — ¡Nos han retado! — ¿Nos? — A los cuatro. — ¿Qué cuatro? — A Marcus, Erin, tú y yo. — Alice parpadeó, mientras Vivi les empujaba y les colocaba uno frente a otro en medio del pub. — Dicen que solo en Irlanda se bailan bailes tradicionales de verdad, y eso no es así. Claro, con los americanos no hay nada que hacer, pero tú y yo vamos a defender La Provenza. — ¿Y Marcus y Erin? — ¿Con quién quieres bailar la danza de los hilos si no? — Ah pues tenía sentido. Bueno, ya lo habían hecho más veces. Igual no con tanto alcohol, pero lo habían hecho. — ¿Y yo qué hago, Vivi? — Preguntó Erin en pánico. — Toma, sujeta esto. No te muevas y no dejes que me caiga. — Y la pelirroja se quedó recta como una estaca y con el hilo en un puño. En cuanto la música empezó a sonar ella empezó a hacer el baile, sonriendo a su Marcus, feliz, y sintiendo de golpe una nostalgia tremenda por su Saint-Tropez. Adoraba Irlanda, empezando a considerarla su segundo hogar, pero, quizá era el alcohol, o el frío, de repente, necesitaba volver a ver el mar desde el jardín de su casa.

Y fue terminando el baile cuando sintió un pinchazo en el vientre, seguido de otras sensaciones, que le hizo abrir mucho los ojos. En ese momento solo oía aplausos y a su tía decir. — ¡ESA ES MI PELIRROJA! ¡QUE NO ME HA DEJADO CAER! — ¡Siobhán! ¡Wendy! ¡Nancy! Todas a ponerse los zapatos de reel que se van a cagar. ¡Tita Eillish! ¡Tío Cillian! Vosotros también. Y tú también, tío Arthur, tú el que más. — Empezó a ordenar Ginny. — Si quieres, hija, yo… — No, papi, tú déjalo, que se trata de pegarles una paliza... — Yo también sé bailar reel. — Dijo Ciarán, al lado del pobre Eddie que se había quedado todo cortado. — Qué tío más pesado... Venga, baila, hijo, baila, peor que mis padres no lo harás... — Y aquello levantó unas risas que le permitieron centrarse en ellos. Había acabado enrollada en los brazos de Marcus, como siempre, así que se rio un poco y se giró para besarle. — Como siempre, para siempre, mi amor, atrapada por ti. —

Y en cuanto le dio el beso, se soltó y se fue al baño del pub. Y nunca había sentido un alivio similar al ver que llegaba la peor semana del mes. Tanto que casi se le olvida subirse las medias al salir, menos mal que le impedían andar bien y se paró a recolocarse. El reel había empezado ya, pero ella volvió a tirarse a los brazos de Marcus y le dio un gran beso, feliz. Luego se inclinó sobre su oreja. — Mi amor, tenemos que brindar. Por nosotros como mínimo. — Y tiró de su mano hacia la barra, donde cogió otra pinta y brindó con él. — Tú quedas en el podio, mi tía y tu madre se reconcilian y a mí me viene la regla. Grandísima esta noche de Navidad. —

MARCUS

— Mi princesa de Navidad. — Contestó meloso y mirándola con la cabeza torcida, desde su postura más baja, ya que ella seguía subida al barril. Rio tontamente a los coqueteos de su novia. — ¡Ah! ¿Distraída? Qué feo, princesa de la Navidad que se supone que es Ravenclaw. Hay que atender bien. Si no, no nos enteramos. — Siguió tonteando. — Si no me dejan suelto, no puedo hacer espectáculos bonitos, y su majestad los merece. Pero si no va a atender... —

Le hubiera encantado continuar con el flirteo, pero por supuesto, fueron interrumpidos. Parpadeó al comentario de Violet. ¿Cómo que retado? Bueno, que le dijeran lo que había que hacer, que seguro que sabía. Si Marcus de normal estaba seguro de sí mismo, con un poco de alcohol encima, más aún. Ya había enjaulado un toro con alquimia, no creía que pudiera ser peor. — ¡Esa me la sé! — Respondió con confianza, dando un nuevo sorbo a la copa, relajado, apoyado en el barril. Pero ya tuvieron que arrastrarle y casi le hacen tropezar, hasta ponerle con el hilo en las manos donde las mujeres consideraron. A duras penas consiguió dejar la copa levitando a su lado para no perderla de vista.

Rio y recibió a Alice en sus brazos, enredada en el hijo, pero su novia salió corriendo rápidamente, dejándole confuso, aunque parecía que solo necesitaba ir al baño. Se encogió de hombros, recogió su copa del aire y atendió al reel, riendo y aplaudiendo. Cuando volvió, de improvisto, le soltó un beso que volvió a confundirle. — Hola, princesa de la Navidad. — Comentó risueño. — Brindemos. — Confirmó, aunque el comentario le hizo parpadear. Chocó los vasos y bebió, pero al terminar dijo con expresión preocupada. — ¿La regla? ¿Ahora? Jo... Mi amor, lo siento. Pero ¿estás bien? ¿Quieres que nos vayamos a casa? ¿Te duele mucho? — Le puso la mano en la barriga con un gesto dramáticamente empático, y demostrando que seguía sin tener muy claro, anatómicamente hablando, dónde estaba la fuente del dolor. — Ojalá tener las propiedades de las piedras alquímicas que nos comimos en mi casa para poder curarte. Aunque, científicamente hablando, no sé si servía realmente o era solo sugestión mía. Pero si pudiera curarte, lo haría. — ¡OTRA PINTA! — Cayó (casi literalmente, porque se la encontró derramada en la barra detrás suya) Shannon. Reparó en su presencia. — ¡Marcus, Alice! Me ha encantado lo de las pompitas de jabón. Y lo tuyo. — Hola, prima Shannon. — Miró de reojo a Alice. A ver, no era él nadie para desvelar temas tan íntimos, pero ¿podría transmitirle a Alice lo que estaba pensando sin legeremancia? Se conocían muy bien, al fin y al cabo. Shannon es enfermera, igual ella tiene un remedio para el dolor, pensó, mirando intensamente a Alice, porque por intentarlo no perdía nada. Aunque luego miró a Shannon de reojo, que se había dado la vuelta y ahora apoyaba la espalda en la barra como quien se apoya en el borde de una piscina, y reía a saber de qué a la espera de que la pinta llegara. Torció el morro. No estaba muy seguro de que estuviera en su mejor punto para hacer enfermería, la verdad.

Se acercaron a la zona donde se bailaba el reel, les arrastraron a intentar bailar, siguieron bebiendo y, poco a poco, se intercambiaban en los grupos, otros se dispersaban y algunos adultos empezaron a marcharse. En un momento determinado y sin saber cómo, se encontró sentado en uno de los taburetes, con Wendy en otro junto a él, enganchada a su brazo y contándole una historia infinita. Era una sensación parecida a la de los sueños: sabía dónde estaba, aunque no estaba seguro de que tuviera sentido nada de lo que sucedía, pero no sabía cómo había llegado allí. Lo máximo a lo que atinaba era a parpadear para recentrarse y no dormirse, y a beber de vez en cuando. — Porque me entiendes ¿no? Y claro, yo le dije, tía, es que ya te lo he dicho, es que siempre la excusa de las ovejas no puede ser, porque yo también tengo vida ¿sabes? Es más, yo también tengo ovejas, o sea, mi hermana tiene ovejas, pero primo, sé sincero, ¿tú usarías de excusa las ovejas para NO escribirme en TRES MESES y que te cuente las cosas y no digas nada? — No, clar... — Que fue la boda de Lucy, y yo le dije, pero tía, es que Padme se ha encargado de las telas, y yo le hice la cesta de frutas, y Siobhán, no Sibohán la prima, Siobhán O'Brian, la de Ravenclaw, o sea la de Ravenclaw de mi promoción me refiero, pues esa hacía el discurso, y luego Nancy, pero no Nancy nuestra prima, Nancy Ronan, la de Hufflepuff, pero no de mi promoción, de la promoción de... — Se estaba mareando, así que se frotó la cara, y al hacerlo casi se desestabiliza y cae de la banqueta. Pero Wendy ni se dio cuenta y siguió. — ¡¡Y nos trae margaritas!! ¡¡¡Margaritas!!! O sea, ¡para Lucy! ¿Te lo puedes crees? — Aham... — ¡Sabiendo que Lucy AMA los tréboles y las campánulas! ¡¡Es que!! ¿¿Te lo puedes creer?? No, no, es que es de no estar atenta. Así que le dije, tía, margaritas no, y claro, ya me vino con el... — GUAPÍSIMO MÍO, ven un momento. — Interrumpió Vivi una vez más, aunque esta vez lo agradeció. No solo le sacó a él de las garras de Wendy, sino que directamente empujó a Ciarán encima de ella. — Ea, guapetón, que te dé a ti la turra, que eso es lo que te gusta. — Hola, Wen. — Se intentó desenvolver el otro, azorado, recuperándose del tropiezo. Vivi arrastró a Marcus.

— Hijo mío, muy listo para unas cosas, y de otras no te escaqueas eh. — No me estaba enterando de la mitad de la historia, te lo prometo. — Se sinceró. — Tu tía se ha ido y me ha dejado aquí sola y abandonada. ¿Qué te parece? — Marcus arqueó una ceja. — Para que veas. Luego tiene una la fama de put... — ¡Ya te hemos desalojado el cuarto, guapi! — Clamó Sandy, y enseguida tuvo al corro formado por ella, Ginny y Siobhán gritando a su alrededor. — NOCHE DE CHICAS, NOCHE DE CHICAS, NOCHE DE CHICAS. — Vivi rio incómodamente y luego miró a Marcus, que la seguía mirando como pidiendo aclaraciones. — ¡A ver! Yo le he propuesto venirse, pero ella ha preferido quedarse cuidando vacas. — Marcus suspiró. — He cubierto mi cupo de dramas esta noche. — Y se fue a buscar a su Alice.

ALICE

Claro, así sin mayores explicaciones, lo de que le había venido la regla podía resultar un poco aguafiestas, aunque en su caso era un alivio brutal, a pesar de haberse hecho la prueba muggle aquella que le había confirmado que no estaba embarazada. Igual no era el momento de explicar todo aquello, con el estado que llevaban los dos, y a su novio, otro día no, pero aquel, se le podía disuadir fácilmente. — Estoy perfectamente, mi vida. Sobreviviré. — Y dejó un besito en sus labios, enternecida por la empatía de su novio. No por sus conocimientos de anatomía, pero sí por su gran corazón. Otra que parecía que estaba de gran fiesta era Shannon, que claramente en América no se veía en estas oportunidades. — ¿Tú ves lo feliz que está de no tener responsabilidades en Merlín sabe cuánto tiempo? No le demos más la lata, la noche es joven y yo aún estoy bien. —

Y tan joven. Rondaron por todos los grupos posibles, y tras una escapada al baño de nuevo a ver que todo iba en orden, ya no tuvo Marcus al volver, porque había sido secuestrado por Wendy. Ella se puso a bailar con Sophia, recordándose cuánto se querían y la lata que era vivir en orillas opuestas del Atlántico, cuando se dieron cuenta de que Ciarán estaba en una esquina, solillo y cabizbajo y se acercaron a él. — ¡Cillian! ¿Qué te pasa, hombre? Con lo bien que has cantado. — Es Ciarán. — Corrigió Alice. — Ay, perdón. Es que aún no me acostumbro a los nombres irlandeses. — No, mujer, no te preocupes, si nadie me ve. Ni siquiera Wendy. — Sophia le pasó el brazo con los hombros. — ¡Que no! Andrew te tiene mucho cariño también, ¿dónde anda? — Se ha ido con su mujer. — Alice se rio traviesa. — Qué tíos, no paran, estos quieren llenar el faro de verdad. — ¿Eh? — Nada. Oye, Ciarán, escúchame, a ti te gusta mi prima Wendy ¿no? — El chico la miró con ojos brillantes. — Es la mujer más increíble que he conocido en mi vida. — Las dos chicas hicieron. — Aaaaawwwww. — Y Alice señaló hacia la chica. — Pues ve y díselo así tal cual. — Ya se lo he dicho. — ¡Pero lucha, Ciarán, lucha! ¡Los irlandeses sois fuertes y obstinados! — Le animó Sophia. El chico se cuadró, pero su cara aún reflejaba indecisión. Alice chasqueó la lengua. — Espera que tengo un arma secreta para estos casos. ¡TATA! — La nombrada apareció por allí como un resorte y el chico la miró parpadeando. — Tú eres la novia de Erin ¿no? — Esa es mi principal ocupación en la vida, sí, pero tengo otras. ¿Para qué se me requiere? — A Ciarán le está costando trabajillo acercarse a Wen, y creo que mi novio se desmayará de un momento a otro, ¿puedes hacer una intervención de las tuyas? — Su tía alargó la mano y cogió a Ciarán de los tirantes que llevaba. — Ven aquí, majo, que esta noche tú y yo nos vamos a cruzar en la casa de las solteras. — ¿Eh? — Pero su tata no le dio tiempo de reacción. — Sip. Esa es la vida con un Gallia. — Dijo Alice asintiendo lentamente mientras se alejaban.

Por fin su novio regresó a ella y se pusieron a intentar bailar el reel con Sophia, cuando Lex apareció, bailando al son de otra música, moviendo los brazos y dando vueltas sobre sí mismo. — I was William Sheeeeeeeraaaaaaan… Oye, ¿habéis visto a Frankie? Estaba felicitándole por su increíble actuación, y porque creo que esta noche va a triunfar, pero no le encuentro. — Sophia suspiró y se encogió de hombros. — Es que es un espíritu libre, pero yo bailo contigo, Lex. — Síííí que me han chivado por ahí que te gustan los jugadores de quidditch, eh… — Alice se recolgó del cuello de su novio y susurró. — Aquí todo el mundo va la mar de desorientado, ya, si me hacen jurar que iba a ver así a tu hermano… — Se rio y dejó un beso en sus labios. — Mi amor… Esto está entretenidísimo pero ahora sí que me siento un poco cansada, y mañana llegan Darren y mi hermano y quiero estar pendiente… ¿Me acompañas a casita? — Justo por allí, pasó Fergus también bailando muy estrambóticamente y dando vueltas sobre sí mismo. — Y a lo mejor nos llevamos a Fergus también, ¿o qué? —

MARCUS

Coreó a su hermano cuando llegó cantando y aplaudió a lo que él consideró que era el ritmo de esa canción, riendo. Total, no es como que bailar el reel se le estuviera dando mucho mejor. — Yo no sé dónde está casi nadie. — Contestó divertido. ¿Frankie? A saber, llevaba un buen rato sin verlo. Recogió a Alice entre risas en sus brazos, moviéndose y moviendo las caderas de ella tontamente, con las manos puestas en su cintura, pero entonces su chica propuso emprender la retirada. — Ooooh. — Dijo con carita de pena, pero entonces recordó que le había dicho lo de la regla. — Claro, mi amor. ¿Pero te encuentras mal? Sí, sí, ya nos vamos. — Y bien sabían los siete dioses irlandeses la pena que le daba irse, pero si su Alice no estaba a gusto, se iban ambos. Total, ya había disfrutado la fiesta pero bien, y mañana tenían más.

Asintió, tomó la mano de ella y empezó a decirle a Fergus. — Eh, colega. ¿Vamos? — Y en ese momento se giró y, al hacerlo, literalmente se comió a Wendy, tanto que, al echar el pie hacia atrás, empujó y pisó a Alice, y entre el improvisto, el aturdimiento por el mareo y el golpe primero con Wendy y luego con Alice, le dio la vuelta el bar entero. — ¡PRIMO NECESITO TU AYUDA! — La otra ni se había dado cuenta de que Marcus estaba intentando localizar el cielo y la tierra, como primera medida, y disculparse con su novia por el pisotón, como segunda. — Es que vamos, vas a flipar. Bueno, en verdad no vas a flipar, me vas a decir te lo dije porque en fin, si es que yo lo sé, si es que se veía venir. — Boqueó, pero Wendy le arrastró, dirigiéndose a Alice en vez de a él. — TE LO ROBO UN MOMENTITO UN SEGUNDO SOLO AHORA VIENE. — Pero... — Su prima ya le arrastraba, y él empezó a poner cara de pánico. — ¡Espera! Wen, que ya nos íbamos. — SOLO UN MOMENTO. — ¡Mi amor! — Gritó, siendo arrastrado. — ¡Te prometo que vuelvo ahora y nos vamos! — Dijo, por no gritar "socorro", que era lo que le apetecía. Esperaba poder cumplir su promesa.

— ¡Que va a venir a buscarme la tía! — Marcus parpadeó. No sabía de quién le estaba hablando. — Es que ¿ves como es una inoportuna? No escucha, primo, no escucha. Porque le dije: "tía, que voy a estar con mi familia", y ahora está en plan: "¿pues no dices que te tengo abandonada?", y claro, yo le había dicho "solo tienes que venir al bar o a la casa que ya sabes dónde encontrarme", y primo, claro, ahora va a... — Wen. — Interrumpió prudentemente. — Es que Alice quería irse y... — ¡¡Vale, vale, solo un segundito, porfi, porfi!! Es que tengo que confiar en ti porque tú eres el que se sabe ya toda mi movida con Selma, entonces... — ¿Pero quién es Selma? Esa debía ser la de las margaritas, o los tréboles, o algo de unas flores de una boda le quería sonar. O de unas ovejas. Pero de ahí a ser el mayor conocedor del tema del mundo... — ¿Tú puedes asomarte a mi casa a ver si está y decirle que es que me he ido con los abuelos y que mañana la veo? — Parpadeó. — Pero Wen. No la conozco. — Es una chavala pelirroja. — Marcus alzó los brazos. — ¡Gracias! Acabo de excluir por lo menos a cuatro chicas de Ballyknow. — ¡Ay, no seas tonto! — Y empezó a empujarle hacia la puerta del bar, para descuadre absoluto de él. — Que tú tienes mucha labia y te las ganas enseguida. — Oye que yo con ganarme a mi novia tengo de sobra. Y me está esperando. — ¡¡Por fiiiiiI!! Es que... — Dejó de empujarle y se acercó confidencialmente a él. — Bueno... También es... Aparte de que tú sabes más del tema y me entiendes y eso... — De verdad que creo que estás sacando conclusiones precipitadas, pensó. — ...Es que... Ciarán... En fin... Que querríamos estar... solillos un rato ¿sabes? — ¡Ah! — Se indignó. — Me pides que le mienta a una chica que no conozco de nada y que favorezca una escapada furtiva de índole... ¡Wen, que eres mi prima! No has elegido bien a tu objet... — ¡¡¡POOOOOOOOOOOOORFI!!! — ¡VALE! — Detuvo, porque eso iba a ser infinito. — Pero voy, me asomo, y como no haya nadie, me vengo y me voy con Alice. Que la he dejado tirada. — Wendy soltó un gritito infantil, le achuchó por el cuello dando saltitos y le dio las gracias mil veces antes de dejarle marchar.

Al menos en Ballyknow todo estaba cerca, ya se estaba acostumbrando a ir de un sitio a otro. En concreto, la casa de las chicas estaba prácticamente al lado del bar. Suspirando y frotándose las manos por el frío, se dirigió hacia allí y, para su espanto, sí que había alguien en la puerta, y una de las siluetas era femenina. La otra era un chico. ¿Tendría novio la susodicha? ¿O hermano? Esperaba que no fuera el típico tío violento, lo que le faltaba era meterse en un problema. Sin embargo, conforme se fue acercando, se relajó, porque las figuras que se distinguían no eran otras que las de Nancy y Frankie Junior. Suspiró aliviado y se acercó contento para preguntar a los chicos si habían visto a la amiga de Wendy, pero antes de ser detectado, detectó él algo que le dejó clavado en el sitio, con la mandíbula descolgada hasta el suelo: entre risas y en la puerta, como una pareja de amantes furtivos, vio a Nancy y a Frankie darse un buen beso en los labios. Si le hubieran echado un Petrificus Totalus no se habría quedado más de piedra. La chica le despidió entre risitas y, antes de someterse a un incomodísimo momento cruzándose con Frankie, se escondió. Pero el chico, en vez de ir de vuelta al bar, fue en dirección a la casa. Marcus le vio desaparecer (y Nancy también, desde la puerta, diciéndose moñerías en la distancia el uno al otro), y cuando el chico se hubo perdido de vista y la chica estaba por cerrar la puerta, se dejó ver.

Ella no se metió de nuevo en casa, sino que sí se disponía a volver al bar, por lo que apenas Marcus salió de su escondite, se toparon de frente. — ¡Marcus! — Dijo ella, cantarina y risueña, con las mejillas sonrosadas, aunque también con un deje de vergüenza, como si la hubiera pillado en algo y estuviera disimulando. — ¿Ya de vuelta? ¿Tan solito? — Venía... Wendy me ha pedido... ¿¿Ese era Frankie?? — Es que necesitaba aclarar lo que había visto. Nancy se mordió el labio, ocultando una sonrisita colegiala, miró de reojo al lugar por el que el otro se había perdido y respondió. — Puedeeeee... — Con una risita boba después. Marcus parpadeó. Ella rio más. No, no podía ser. — Llevabais un buen rato perdidos. — Pareció que caía en ese momento en la obviedad, como quien por fin tiene todas las pistas de un crimen y puede resolverlo. Ella solo soltaba risitas. Alzó las palmas, como tratando de calmarse a sí mismo, y soltó un comentario que claramente no pensó bien previamente. — Nancy... Dime que has ido a enseñarle una de tus cuevas. — La reacción inmediata de la chica fue soltar tal estruendosa carcajada que debían haberla oído en el bar, hasta se sobresaltó por el ruido. Marcus seguía patidifuso, esperando respuesta. — Ay, primo. — Dijo ella casi ahogada por la risa, limpiándose las lágrimas y poniendo una comprensiva mano en su hombro. — Por el cariño que te tengo y porque sé que has bebido y me das ternurita, no voy a incidir en la pedazo de guarrada que acabas de decir. — ¡¡POR DIOS, NANCY!! — Siguió él con su indignación particular, como si no hubiera oído nada. — ¡¡Os he visto besándoos!! ¡Dime que he visto mal! — Lo que has visto es poco. — ¡NAN...! — No pudo ni terminar, se llevó las manos a la cabeza, espantado y casi hiperventilando. La otra suspiró. — Por favor, no me puedo creer que puedas meterte en una comuna de elfos como quien entra en su casa y no hayas visto esto venir... — ¡¡Pensé que os llevabais bien por el quidditch!! Pero, pero... — A ver, el quidditch también nos gusta... — ¡¡QUE ES TU PRIMO!! — Bueno. — Matizó Nancy, alzando un índice. — Es primo tuyo. Por parte de tu abuela. Te recuerdo que yo soy tu prima por parte de tu abuelo. Entre él y yo no hay consanguineidad. — Ladeó varias veces la cabeza, pensativa. — A ver, los pueblos son tan endogámicos que las probabilidades de que la haya en generaciones previas es alta, pero... — ¡¡Sois primos!! — Él insistía. — ¡Sois familia! ¡Y tú le sacas seis años! — ¡Oye, guapito! — Respondió airada. — A ver si te espantabas tanto si fuera al revés. Me voy a tener que poner como Siobhán... — ¡Pues claro que sí! — Defendió, y Nancy rodó los ojos. — Lo peor es que sé que sí... — Antes de que Marcus pudiera seguir hiperventilando, ella le detuvo. — Primo, nos hemos conocido hace tres días. No somos familia. Nos llevamos bien, estamos solteros, nos hemos atraído, no hay compromiso. ¡Ya está! Una noche divertida y a continuar. Un regalito de Navidad. — Para. — Detuvo, agobiado. — No quiero saber más. — Se giró. — Me voy, que me espera mi novia. — ¡Pero oye! ¿Habías venido para algo? Espera, que voy contigo. — Y trotó hasta él. Marcus ya ni se acordaba de para qué había ido, sinceramente.

ALICE

Ya estaba ella despidiéndose de todo el mundo, cuando volvió a perder de vista a su novio, así que redirigió a Fergus con ella y se sentaron con los mayores, para tener a Fergus controlado, hasta que recibiera noticia de Marcus. — En verdad esto de los talentos lo podemos implementar también en América. Mi Shannon se lo está pasando de maravilla. — Comentó Dan, alegre, mientras señalaba a su mujer haciendo bailar a Cillian. — Tú lo que pasa es que has visto que a tu niña se le da bien y quieres que te ponga igual de orgulloso que antes. — Señaló Arthur. — La tuya no ha estado nada mal, perdona, se ha llevado la plata. — Los míos tienen talento para el mal. — Dijo Ruairi un poquito afectado ya. — Pero mi prima Ginny también, y los tres juntos hacen cosas muy chulas. ¡Mis niños ganadores! — Exclamó levantando la pinta.

Alice cada vez se encontraba peor, y Fergus parecía que había consumido sustancias estimulantes porque no había quien lo parara, así que empezó a impacientarse. Justo entonces vio a Erin ponerse el abrigo con Martha y Cerys y se acercó a ellas. — Oye, ¿habéis visto a Marcus? — Erin parpadeó y dijo. — Ehhhh se ha ido. — ¿Cómo que se ha ido? Si sabía que estaba en el baño. — Lo ha sacado mi hermana a empujones. — Dijo Martha suspirando. — ¿Wendy? ¿Pero por qué? — La mujer se encogió de hombros. — ¿Y quién lo sabe? Si es que siempre está liada en algo, y tu novio se deja liar… — ¿Mi sobrino? En todo lo que pueda. — ¿Vosotras os vais ya? ¿Y mi tata? — Erin se rio y señaló a su espalda. — Se la quedan las solteras hoy. Así no estoy presionándola para irnos y no se levanta entre animales, aunque sea por una noche. — Venid con nosotras y os acompañamos a este caballero tan alterado y a ti a casa O’Donnell. Probablemente, cuando Marcus haya terminado con lo de Wendy, irá para allá. — Determinó Cerys, y salieron los cinco por la puerta.

Echaron a andar, riéndose, porque Martha estaba borrachilla y recolgada de Erin y Cerys a turnos (y en actitudes bien diferenciadas) y al poco de estar andando oyeron voces, una de Marcus y otra femenina. Enseguida reconoció a Nancy y se quedó mirándoles, extrañada. — Pero ¿qué pasa? — Nancy resopló y dijo. — ¡Que ahora una no puede vivir la vida, vaya! — ¿De qué hablas? — La verdad es que su novio tenía muy mala cara. — No estará mi hermano por aquí ¿no? Que le he dicho que me iba a ir a casa hacer una hora. — Dijo Fergus. — ¿Por qué iba a estar tu hermano aquí? — El chico miraba a Nancy, Alice les miró a los dos, y a la cara de su novio de nuevo. — Ay, por Merlín… — Cerys abrió mucho los ojos y dijo. — ¿Pero no sois primos? — ¡Que no hay consanguineidad! Madre mía, no escucháis, eh, ni en las Ravenclaws puedes confiar ya… — Martha soltó una risa nasal, mirando a los lados, como si fuera una niña traviesa. — Qué fuerte, Nance, te has liado con el americano… — Y a Erin le dio el mismo tipo de risilla, lo que hizo que Cerys negara, aguantando la suya. — Venga, cada doxy a su hoyo, que bastante hemos tenido hoy. Antes de que venga Wendy y nos embrolle a todos en algo. — Yo creo que ella está ya embrollada en lo suyo… — Dejó caer Nancy. — Nancy Mulligan se vuelve al pub, señoras, buenas noches. — Y tarareando y dando saltitos, se alejó en dirección contraria, mientras Martha y Erin avanzaban muertas de risa.

Alice, entre risas, y dirigiendo a Fergus por delante de ellos, se cogió del brazo de Marcus, riéndose. — No le ha faltado de nada a esta Navidad. Cura católico, nuestras tías dando el espectáculo, nosotros haciendo alquimia… Ha habido hasta amoríos sorpresa. — Se rio y le dio un besito en la mejilla. — Lo superarás. Y ahora a casita conmigo, a cuidar de mí, que creo que me lo he ganado. — E hizo un ruidito como de pez con la boca y le dio un beso. — Por buena hada del jabón. —

ERIN

Llegaron a casa muertas de risa, pero no recordaba estar TAN cansada desde hacía… no sabía ni cuánto. ― Venga, poneos cómodas, que preparo un ponche para todas. ― Uuuuh, Erin, le has caído bien. No suele ser tan servicial. ― Se burló Martha del ofrecimiento de Cerys, a lo que la otra rodó los ojos y, con una sonrisa ladina, dijo. ― No me tires de la lengua… Y es ponche de buenas noches. Nada de alcohol. ― Contaba con ello. Preferiría no dar un numerito final ya a estas horas. ― Respondió Martha, y Erin no paraba de reír… pero había visto esa mirada de Cerys, y veía el brillo en los ojos de Martha. Pero no dijo nada, solo sonrió y se dirigió al sofá. ― ¡Yo voy a ponerme el pijama! ― Saltó Martha, y subió al trote las escaleras, dejando a Cerys boquiabierta. ― ¿¿Ahora?? ¡Que está casi listo esto! ― ¡No tardo nada! ― Se escuchó de fondo, a lo que Erin dijo. ― Pues yo me apunto. ― Cerys suspiró. ― Nada, dejo esto a mitad. No voy a ser la única en ropa de fiesta. Con lo poco que me gusta. ―

Estaban ya con los pijamas puestos, sentadas en el sofá del salón, al calor de la chimenea y arrebujadas en las mantas, con los ponches en las manos. Pequitas estaba plácidamente tumbada haciendo de alfombra bajo los pies que todas tenían recogidos en el sofá. ― No pareces molesta porque Violet se haya decidido cambiar de casa. ― Comentó Cerys. Erin terminó el sorbo que estaba dando e hizo un gesto de quitar importancia. ― Si tuviera que molestarme por todos los arrebatos de independencia, de locura o de fiesta quinceañera de Violet… Bueno, no estaría con ella, definitivamente. ― Se encogió de hombros. ― Nos conocemos desde los… ¿nueve años? Nueve yo, siete ella. ― Ah, pensaba que erais de la misma edad. ― Por favor, dime que me has quitado años a mí, porque como le digas a Violet que le has puesto años, le das un disgusto. ― Las tres rieron, pero Cerys puntualizó. ― Definitivamente, te los había quitado a ti. Y bastantes. Me siento toda una señora mayor a vuestro lado. ― Eres un poquito señora mayor. ― Comentó Martha, y en un gesto que seguro que no se había pensado demasiado, le apartó el flequillo de la cara a Cerys. Las dos sonrieron suavemente, pero rápidamente hicieron como que no había pasado nada. Erin, que para la discreción era buenísima, también.

― Lo dicho: nos conocemos ya muy bien, y tampoco me las voy a dar de entendida, hemos tenido nuestros más y nuestros menos. Muchísimas veces. De hecho, no llevamos ni un año de relación formal, después de toda la vida juntas… Pero en el sentido de darnos espacio, siempre nos hemos entendido bien… Bueno, no siempre, pero por problemas de comunicación, ya sabéis. Pero me refiero a que siempre nos hemos dado espacio. Las dos tenemos trabajos que nos obligan a estar perdidas por el mundo con frecuencia. ― Se encogió de hombros. ― Jamás habíamos estado tan juntas como ahora, y bueno, sé que a Violet los animales no le apasionan, y la fiesta le apasiona MUCHO. ― Todas rieron. ― Ella se ha quedado en la granja por mí, porque sabe que este es mi elemento… Que se vaya con las chicas. No nos importa dormir separadas una o dos noches, vamos a volver juntas a Inglaterra, ya sí, por fin. Ella ha hecho esto por mí. Yo puedo hacer esto por ella. ― Alzó el ponche. ― Que teniendo en cuenta que no estoy sufriendo precisamente, tampoco me parece el gran sacrificio. ― Volvieron a reír, pero veía en las otras dos… un brillo especial cuando la miraban, como si por una parte se esperanzaran al oírla y, por otra… se metieran de lleno en un mar de dudas. Podía entenderlo perfectamente. Si estuviera Vivi allí, ya habría entrado a saco a hacer preguntas indiscretas. Pero Erin no diría nada si no le sacaban el tema primero. Y, ciertamente, estaban muy a gusto como para llenar el ambiente de conversaciones incómodas.

Martha, que parecía venir todavía achispada de la fiesta y estaba especialmente feliz, dijo. ― ¡Pues hoy duermo contigo, prima! ― Se puso de rodillas en el sofá y empezó a rogar. ― ¡Anda, porfa, di que sí, como cuando éramos pequeñas! ― ¡No he dicho que no en ningún mom…! ― POOOORFAPORFAPORFAPORFA. ― Cerys se estaba riendo a carcajadas con la escena, y a Erin le dio la risa también. Cuando la dejó hablar, concedió el deseado permiso, y terminado el ponche, subieron a adecentar las habitaciones. Lo cierto era que habían ampliado un confortable sofá-cama para Violet y Erin en una de las salas de estar del piso superior, que tenía tres habitaciones: esa, la de Martha y la de Cerys. Mentiría si no dijera que le había sorprendido ver que dormían en habitaciones separadas, pero suponía que, con una familia que entraba y salía continuamente de su casa, si no querían oficializar nada, era mejor así. También se había fijado en lo dominado que tenían el hechizo de ampliación de colchón. Pero, de nuevo, la excusa de la familia que en cualquier momento podía quedárseles allí a dormir, venía muy a mano.

Sí que le dio pena que Violet se perdiera el espectáculo que montaron en mitad de la noche cuando Martha decidió llevarse levitando su cama a la sala de estar, y cuando ya la estaba sacando de la habitación, de repente pensó que su habitación era más bonita que la sala de estar, así que mejor devolver el sofá-cama a su tamaño original y moverlo allí para que Erin durmiera en su estancia. Vuelta a levitar la cama a su sitio, dejarla con gran estruendo (menos mal que estaban en mitad de la nada) y, ahora, misma operación pero con el otro mueble, y levitado por medio del pasillo. Menos mal que la vaca no accedía a los pisos superiores, porque era para verlas, con la risa descontrolada como si fueran adolescentes bobas. Erin fue al baño a lavarse los dientes y asearse un poco antes de dormir. Así, al menos, les daba un poco de intimidad a las otras para las buenas noches.

Un rato más tarde, estaban ambas en la habitación de Martha, cada una en su cama. ― Qué recuerdos. Casi había olvidado… no sé, casi todo lo que viví en Irlanda. Está volviendo aquí. ― Martha se giró para mirarla, con sonrisita pilla, y con la cabeza apoyada en su mano y el codo en el colchón, dijo. ― ¿Te acuerdas del día que el primo Ruairi metió la cabeza en el hormiguero? ― Erin casi dio un salto. ― ¡Sí! ¡Sí que me acuerdo! ― Martha rompió a reír. ― Recuerdo a la pobre tía Eillish sacudiéndole boca abajo. Le salían hormigas de todos los rincones del cuerpo. ― Martha estaba desternillada. ― Lo peor es que lo hizo más de una vez, pero esa fue la más dantesca de todas. Y te pilló delante. ― ¿Delante? La voz de alarma la dio mi hermano. De MUCHA alarma, siendo Arnold. ― Y las dos se murieron de risa una vez más. Cuando pudo hablar sin que le faltara el aire, limpiándose las lágrimas, dijo. ― ¿Sabes? Creo que fue de las primeras cosas que le conté a Vivi. Recuerdo perfectamente el día en que la conocí, vino a mi casa para una merienda, porque nuestros hermanos eran amigos del colegio. Y no se me ocurrió otra cosa que contarle que tenía un primo en Irlanda que comía hormigas. ― Y siguió riendo, pero la risa de Martha, si bien seguía ahí, se había atenuado un poco.

Cuando se quiso dar cuenta, Martha estaba con una sonrisa residual, pero con la mirada perdida. Se le ponía una tierna expresión distraída cuando estaba simplemente así, que la hacía parecer mucho más joven y, sin duda, una mujer muy bonita. Había apoyado la cabeza en ambas manos como una niña soñadora, y al cabo de unos segundos, la miró y dijo. ― ¿Os fue muy difícil? Es decir… decírselo a la familia. Bueno… daros cuenta… para empezar. ― Erin la miró. ― ¿Darnos cuenta de que… nos queríamos? ― Martha asintió con la cabeza, casi con miedo, pero con los ojos brillantes. Erin miró al techo. ― No soy la mayor experta en amores del mundo. Mi hermano o mi sobrino te harían un alegato mucho más bonito. ― ¿Tu sobrino Lex? ― Preguntó, con un deje de esperanza, porque sabía por dónde iba. Pero Erin rio. ― No, Martha, por Merlín, mi sobrino Marcus. No me digas que no lo has visto ya en acción. ― Y volvieron a reír. Pero le había hecho una pregunta importante que esperaba respuesta. ― Es… No sé cómo definirlo. Yo nunca… he sentido especial… simpatía, por así decirlo, por nadie. Pasaba mucho tiempo sola. Tú guardas muy buen recuerdo de mí, pero era una niña huraña, tímida, y que se relacionaba mucho mejor con los animales que con las personas. Con Violet… simplemente, era diferente. ― Se encogió de hombros. ― Ella es de otra manera. Ella… ha tenido muchas más experiencias que yo, por así decirlo. Bueno, no es muy complicado, teniendo en cuenta que mi única experiencia ha sido ella. ― Rio levemente. Seguía con la mirada perdida. ― Pero… lo más difícil no fue saber que nos queríamos. Eso lo sabíamos, creo que lo hemos sabido siempre. Lo más difícil fue… aceptar… todo. Esto. Esto que ahora es maravilloso y que no entendemos cómo hemos podido dejarlo pasar. El… darnos espacio pero saber que estaríamos ahí, el miedo a… que nos rechacen. A perder lo que tenemos. A perdernos la una a la otra. ― Miró a Martha, que la miraba con los ojos muy abiertos, atentísima, sin perder la postura en la que estaba, como una niña a la que le están contando un cuento. ― La familia… parece haberos aceptado bien. ― Ahí sí, se aventuró a decir las cosas claras. ― A vosotras también os aceptarían, Martha. ― La mujer suspiró y se removió, esquivando la mirada. La había incomodado, pero bueno: ya estaba sacado el tema.

― Prima. ― Se incorporó un poco en la cama, para mirarla mejor. ― ¿Conoces a tu familia? ¿No ves lo extremadamente buenos y cariñosos que son, lo mucho que os quieren? ― Enterneció la mirada. ― Ellos ya han aceptado a Cerys. ― Como mi amiga. ― Puntualizó Martha. ― Como la granjera que me ayuda con la granja. ― Martha, por favor. Sabes que eso no es cierto. En el fondo todo el mundo lo sabe. ― ¿Y por qué nadie nos trata como…? ¿Por qué nadie nos pregunta…? ― Porque no os quieren incomodar. ― Resolvió con obviedad. ― Porque si vosotras mismas no lo habéis dicho en todo este tiempo, si incluso fingís que dormís en habitaciones separadas… ― Martha se pasó un mechón de pelo tras la oreja, un tanto azorada, pero ella siguió. ― ¿Cómo os van a preguntar? ― La rubia suspiró. ― ¿Y qué pasa con el resto del pueblo? ¿Qué dirán? ― Todo el mundo en el pueblo lo sabe, Martha. Es un pueblo. ― Hay proveedores que dejarían de comprarnos leche. O de vendernos comida. ― Dijo más seria. La miró a los ojos. ― Lo he visto, Erin. He visto cómo se lo hacían a otros. A mi padre, sin ir más lejos, hay proveedores que le tienen vetado porque hace, ¿cuánto? ¿Cuarenta años? Dejó a una chavala embarazada y tiene un hijo fuera del matrimonio, un hijo que no vemos prácticamente nunca, de hecho. Y aún se lo recuerdan. ¿Qué le harían a dos lesbianas? ― Se frotó un brazo y bajó la mirada. ― Cerys ya viene huyendo de su pueblo… Le hacían la vida imposible allí, Erin. Aquí tiene una casa. No podría… No quiero arriesgarme a que tenga que huir de aquí también. Porque… eso sería perderla. ― Erin se levantó de su cama y se sentó al lado de su prima, tomándola de las manos. ― Tu familia no va a consentir eso, Martha. ― Le buscó la mirada. ― Y tu familia es más de medio pueblo. ― Eso hizo a la otra reír, pero al reírse se le resbaló una lágrima. Claro, si es que había bebido mucho, y el tema era sensible, así que se había venido abajo. Erin no era muy buena consolando… pero si de algo entendía, aparte de animales, era de amores complicados. Así que la acogió en sus brazos y le dejó un tiempo.

Oyó que suspiraba y vio que se pasaba las manos por las mejillas, así que soltó su abrazo y volvieron a la posición inicial. Le buscó la mirada. ― ¿Tú la quieres? ― Martha la miró, con los ojos brillantes, y asintió en silencio. ― Y… ella a mí también. Se lo noto. Sé que me quiere. No quiero hacerle daño. ― Frunció los labios, comprensiva. ― Nosotras hemos pasado por ahí. Hemos tenido tanto miedo de hacernos daño… que nos lo hemos hecho sin querer. ― Le apretó la mano. ― No tenéis por qué actuar como no queráis. Pero tampoco tenéis por qué sufrir. Háblalo con ella. Tranquilamente, cuando pasen las fiestas y todo esté más calmado. Y, bueno… simplemente, actuad como el corazón os pida que actuéis. ― Martha sonrió, y Erin juraría estar viendo a la niña de apenas un añito que dejó en Irlanda cuando se fue a vivir a Londres definitivamente. Y no pudo evitar pensarlo: tú también eres mi favorita.

Piedra - Chapter 66 - Alchemists - Harry Potter (2024)
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Author: Clemencia Bogisich Ret

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